sábado, 25 de mayo de 2019

El Tren Maya divide a las comunidades [Los de Abajo. Por Gloria Muñoz Ramírez. La jornada]

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El mal nombrado Tren Maya va extendiendo sus rieles sobre las comunidades, ésas sí mayas, de la península de Yucatán. Sin consultarse pasó a la licitación, y sin licitación ya se siente su presencia en los pueblos con la llegada en los últimos meses de programas asistenciales que, siguiendo el manual del despojo, empiezan a dividir a las comunidades.

Por estos caminos los pobladores coinciden en que no tienen información, hasta los que dicen apoyar el proyecto confirman no contar con más datos que los que aseguran que habrá trabajo y crecimiento para todos. No se conocen impactos ambientales, ni el tipo de trabajo al que podrán acceder, ni lo que implicará para ellos y ellas el impulso de una industrialización que no pidieron.

El debate no está en las vías del tren, sino en el impacto social, cultural, territorial y ambiental de este proyecto en la cotidianidad de las comunidades mayas que no son materia de decoración turística, sino espacios en los que se teje la vida aquí y ahora.

Por los caminos de este sur empiezan a surgir retenes anticonstitucionales en los que se instalan encuestadores de empresas particulares que detienen a los automovilistas para preguntarles cuánto gastan en gasolina entre Muna y Umán, por ejemplo. Después de conocer el gasto, les dicen si no quisieran pagar menos y mejor trasladarse en tren porque, afirman, el tren maya será para ustedes.
Otra estrategia que se despliega es a través del programa federal Sembrando Vida. Personeros del gobierno y de Morena ofrecen 4 mil 500 pesos mensuales durante seis años a quienes, literal, se suban al tren.

No falta el uso del histórico recurso priísta del reparto de despensas casa por casa, comunidad por comunidad, como se hace en José María Morelos, Quintana Roo, mediante una lista con credencial de elector. Si están de acuerdo con el tren no les faltarán beneficios como éstos, les dicen.
Hay quienes necesitan estos beneficios y por eso los aceptan; y otros que, como las jóvenes de Xk’éek’en, en Dzitnup, Valladolid, opinan que se trata de un tren destructivo y que no hay por qué convertirse en sirvientes. Esto apenas empieza. Los mayas tienen la palabra.


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Tomado de jornada.com.mx/2019/05/25/opinion/014o1pol

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