martes, 30 de octubre de 2018

COMUNICADO CONJUNTO DEL CNI, EL CIG Y EL EZLN EN RECHAZO AL MEGAPROYECTO DEL NAIM Y EN APOYO Y SOLIDARIDAD CON LAS POBLACIONES MIGRANTES.

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COMUNICADO CONJUNTO DEL CNI, EL CIG Y EL EZLN EN RECHAZO AL MEGAPROYECTO DEL NAIM Y EN APOYO Y SOLIDARIDAD CON LAS POBLACIONES MIGRANTES.

26 octubre del 2018.

Al Pueblo de México

A los pueblos del Mundo

A la Sexta Nacional e Internacional

A las redes de apoyo al CIG

A los medios de comunicación

Los pueblos, naciones, tribus y barrios del Congreso Nacional Indígena y el EZLN, nos dirigimos con respeto al pueblo de México y a los pueblos originarios y campesinos que dignamente resisten en contra del megaproyecto de muerte que llaman Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), quienes sin rendirse, sin venderse, ni claudicar, no han dejado que caiga la esperanza; que es una luz para los que soñamos y construimos la justicia.

  También va nuestra palabra respetuosa a quienes se ven obligados a buscar en otros suelos lo que les arrebataron en sus geografías; a quienes migran en busca de vida; y a quienes les apoyan desinteresadamente con sus medios, tiempos y modos.

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Hemos visto, seguido y vivido de cerca la lucha de los pueblos del lago de Texcoco y alrededores. Hemos visto su decisión, su dignidad y su dolor, que también han sido nuestras. No olvidamos la represión de mayo de 2006, la tortura sexual, el injusto encarcelamiento de los compañeros y compañeras del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y de la Sexta nacional e internacional; así como el asesinato de nuestro compañero Ollin Alexis Benhumea y el menor Francisco Javier Cortés Santiago; represión ordenada entonces por Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, con el aval y el aplauso de todo el espectro político de arriba, incluidos quienes hoy se presentan como “el cambio”.

Hoy, sin ningún apego a los derechos que como pueblos originarios tenemos, los malos gobiernos dicen consultar a los mexicanos si prefieren el aeropuerto en el Lago de Texcoco o en Santa Lucía, pero nosotros pensamos que ambos llevan al despojo de los territorios circundantes, a la devastación ambiental, a la mercantilización de la vida comunitaria con su llamada aerotrópolis. Ambos llevan a hacer de nuestro país la pieza necesaria que le permita el libre flujo al capital trasnacional, que facilite la entrada y salida de mercancías, a la explotación de todo cuanto tenemos, para el beneficio de unos poquitos.  Cualquiera de las dos opciones, van dirigidas a afianzar como rectora a la muerte que amenaza a la humanidad.  Es decir, afianzar al capitalismo neoliberal como verdugo de nuestros pueblos.

Decidir donde pongan el nuevo aeropuerto no debería ser lo que nos pregunten los gobernantes, pues si tuvieran un poco de vergüenza frente a los millones que sufren el despojo, la pobreza, la represión, ante los que deben migrar por miles ante la destrucción dejada en todo el mundo, ante nuestra madre tierra que no soporta más la grave enfermedad que ha causado el capitalismo; la pregunta debería ser si estamos de acuerdo en que continúen o no por ese camino que nos está conduciendo, a todas y todos, a la muerte, a la guerra, al exterminio.

Sabemos que no lo harán porque su camino es el marcado por los poderosos que de veras mandan y no por ellos. El NAICM no es la única pieza que les hace falta para terminar de desfigurar esta nación y darle forma a la tragedia que apenas va empezando, por lo que nuestra palabra y nuestro llamado seguirán siendo organizarnos en la resistencia y la rebeldía, que son la lucha por la vida.

Los pueblos originarios no podemos decir que sí a nuestro exterminio, aunque el mal gobierno finja hacer una consulta, aunque falsifique votos, aunque los compre o los consiga con engaños al pueblo de México. El embate en contra de los territorios que sostienen la vida y en contra de la libertad, no será en nuestro nombre.

El CNI – CIG y el EZLN reiteramos nuestro tajante rechazo a la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en el lago de Texcoco o en cualquier lugar, pues apuesta a hacer más fuerte al gran capital, beneficiar a unos pocos magnates como Carlos Slim, Carlos Hank Rhon, Bernardo Quintana e Hipólito Gerard Rivero, cuñado de Carlos Salinas de Gortari, y cualquier nombre que tome la hidra capitalista; todos ellos basan su riqueza en la explotación y sufrimiento de los millones que somos abajo. Con esa obra, al igual que con los demás megaproyectos impuestos en nuestras geografías, están decididos a arrebatar lo que es nuestro, a costa de la vida de quien se oponga.
Reconocemos, respetamos y saludamos la lucha de quienes, caminando su autonomía, decidan participar o no en la supuesta consulta sobre el NAIM y llamamos a unificar esfuerzos, que crezcan y se fortalezcan, desde la diversidad que somos abajo, para detener la destrucción de los territorios originarios, campesinos y urbanos.

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  Esas obras llamadas “megaproyectos”, que no son sino parte de la guerra del sistema contra todo, son las que siembran violencia, destrucción y muerte en todo el mundo; y las que obligan, a los pobladores afectados, a migrar en busca de la vida que le arrebataron a sus lugares de origen.

  Tal es el caso de quienes hoy migran desde los territorios de Centroamérica, y que son atacados, hostigados y calumniados por órdenes del Mandón, quien así alimenta el odio hacia la diferencia, y saca todavía más ganancia de la tragedia que provocó.

  El sistema persigue hoy, lo que provocó ayer.

  En el dolor de esos pasos “migrantes” camina nuestro mañana si no nos organizamos ya en defensa de la vida.

  El apoyo, respeto y solidaridad para estas hermanas y hermanos se mantiene desde hace tiempo, y así seguirá, aunque sea con nuestras limitadas posibilidades.

  En nuestros pueblos, en nuestras casas, en nuestros caminos, en nuestros territorios, compartiremos, como ayer, hoy y mañana, lo poco que tenemos; y tendrán la palabra de aliento y digna rabia que alivie sus pasos y les ayude a continuar.

  Porque el mundo no es propiedad de ninguna bandera.

  Es de todas, todos, todoas, quienes lo hacemos andar con nuestro trabajo, quienes lo hacen florecer, quienes siembran vida donde el sistema cosecha muerte; quienes, como los familiares de los ausentes de Ayotzinapa, caminan el mundo en busca de la verdad y la justicia, es decir, la vida.


Atentamente

Octubre de 2018

Nunca Más Un México Sin Nosotros

Congreso Nacional Indígena

Concejo Indígena de Gobierno

Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Fuente: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/10/26/comunicado-conjunto-del-cni-el-cig-y-el-ezln-en-rechazo-al-megaproyecto-del-naim-y-en-apoyo-y-solidaridad-con-las-poblaciones-migrantes/

PRONUNCIAMIENTO DE LA SEGUNDA ASAMBLEA NACIONAL DEL CONGRESO NACIONAL INDÍGENA-CONCEJO INDÍGENA DE GOBIERNO

 Imagen: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/wp-content/uploads/2018/10/cintilloencuentrocig.jpg
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PRONUNCIAMIENTO DE LA SEGUNDA ASAMBLEA NACIONAL DEL CONGRESO 
NACIONAL INDÍGENA-CONCEJO INDÍGENA DE GOBIERNO

A las Redes de Apoyo al Concejo Indígena de Gobierno

A la Sexta Nacional e Internacional

A los pueblos de México y el mundo

Hermanas, hermanos:

Desde la Segunda Asamblea Plenaria del Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno, llevada a cabo del 11 al 14 de octubre en el CIDECI-UNITIERRA, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, nos dirigimos respetuosamente a las y los compañer@s, que conforman las Redes de Apoyo al CIG, a los pueblos de este país y del mundo para vernos, consultarnos y emprender nuevos pasos para la construcción del nuevo mundo que necesitamos.

Lo decimos con urgencia, porque los que somos pueblos originarios, en nuestra lucha en contra de la profunda enfermedad causada por el capitalismo, tejemos la vida, pues es la encomienda que recibimos de nuestros antepasados. Eso, para nosotros es construir la vida y hacerla crecer en cada rincón, con una esperanza que apueste por la memoria y por los tiempos venideros. Nos tejemos en colectivo como pueblo y en ese trabajo nos tejemos también como personas.

Somos redes en nuestras localidades donde buscamos en colectivo tener una sola palabra que sea espejo de nuestra madre tierra, de su latido y de su vida. Somos redes de redes en nuestras comunidades y regiones que son colectivos de colectivos, donde encontramos una sola otra palabra, que entre los nuestros, escuchamos con atención porque sigue siendo lo que decidimos libremente ser, eso es nuestra lucha permanente y por eso la respetamos y honramos, haciéndola nuestro gobierno, no ahorita sino siempre, porque de nuestras diferencias surge el acuerdo colectivo. O sea, de nuestro ser diferentes surgimos como uno solo, como los pueblos que somos y es por eso que también honramos nuestras diferencias.

Así, cuando por acuerdo del Quinto Congreso Nacional Indígena decidimos conformar un Concejo Indígena de Gobierno, no fue vacilando, ni pretendiendo que todos sean como nosotros, ni queriendo decir a nadie qué hacer, sino para decir al mundo que no es cierto que el gobierno deba ser para destruir, sino para construir. No es cierto que el gobierno deba ser para servirse, sino para servir. Debe ser espejo de lo que somos cuando soñamos decidiendo nuestro destino, y no la mentira que nos suplanta para decir en nuestro nombre que quiere ver muerto todo a su alrededor.

A eso que tejemos, le llamamos organización y es el territorio que defendemos, es la lengua que hablamos y nos negamos a perder, es la identidad que no olvidamos y que engrandecemos con la lucha. Pero resulta que es también lo que los dueños del dinero necesitan para destruir y convertir en más dinero, para hacerlo mercancías con la explotación, con la pobreza, la enfermedad y con la muerte de muchos otros millones de personas que no son de nuestros pueblos y que viven en las ciudades y en el campo. O sea, tampoco es cierto que la muerte, la represión, el despojo y el desprecio sea sólo para nosotras y nosotros los originarios.

Por eso, ejercer la autonomía con nuestras formas ancestrales de caminar preguntándonos, es la única puerta para poder seguir haciendo de la vida, nuestro camino irrenunciable, pues afuera todo se acomodó para afianzar el terror y la ganancia de los poderosos. En ese contexto, aunque nuestra libre determinación sea reconocida en sus leyes viciadas, no hay forma de que se detenga, o siquiera se frene la acumulación capitalista basada en nuestro exterminio. Esto será posible hasta que se desmonte la finca, la hacienda, la fábrica, el campo de concentración o el cementerio, en lo que han convertido nuestro país y nuestro mundo.

El Concejo Indígena de Gobierno es la forma de honrar nuestras diferencias, para encontrar ahí la palabra en la que nos reflejemos, y que sea un verdadero gobierno. Lo otro, eso a lo que arriba llaman Estado Mexicano, es sólo una mentira hecha para imponer, reprimir y ocultar la muerte que ya se nos desborda haciendo evidente el engaño. Es decir, no son más que una banda de rateros que fingen ser institución de derecha o de izquierda. En cualquier caso, traen la guerra consigo y por más que la maquillen también se les desborda, porque el patrón es el patrón.

Pero abajo, no tenemos más que defender la vida con o sin las mentiras del gobierno que sale, del gobierno que entra, porque las palabras sobran cuando se amenaza a los pueblos Binniza, Chontal, Ikoots, Mixe, Zoque, Nahua y Popoluca del Istmo de Tehuantepec con sus proyectos trasístmicos y la expansión de las Zonas Económicas Especiales, a los pueblos Mayas con su proyecto de tren capitalista que despoja y destruye a su paso la tierra. Las palabras sobran ante la anunciada siembra de un millón de hectáreas con árboles frutales y maderables en el sur del país, ante la ilegal y amañada consulta para la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, o ante la oferta para que sigan invirtiendo las empresas mineras que tienen concesionadas grandes extensiones de los territorios indígenas. Las palabras sobran cuando sin consultar a nuestros pueblos el futuro gobierno impone la creación, al estilo del viejo indigenismo, del Instituto Nacional  de Pueblos Indígenas, comandado por los desertores de nuestra larga lucha de resistencia.

Las palabras sobran cuando vemos el cinismo con que son entregados los pueblos de México a los intereses de Estados Unidos a través del Tratado de Libre Comercio, mismo que promete ratificar el futuro gobierno de López Obrador, quien en uno de sus primeros discursos no dudó en ratificar la continuidad en la actual política monetaria y fiscal, es decir, continuidad en la política neoliberal, la cual será garantizada con el anuncio de que las corporaciones militares seguirán en las calles y con la pretensión de reclutar 50 mil jóvenes para las filas armadas que han servido para reprimir, despojar y sembrar el terror en toda la nación.

Cuando nuestras demandas fueron parar esta guerra y que los derechos de los pueblos indígenas se reconocieran en la constitución mexicana, traducidos en los Acuerdos de San Andrés, fuimos traicionados porque el patrón que no vemos y que es a quien sirven los que dicen gobernar, ordenó tender sobre nosotros muchas leyes que hacen legal robarnos con violencia la tierra, programas para dividirnos y hacernos pelear entre nosotros, sembrar el desprecio y el racismo hacia todas las direcciones. Entonces, las palabras sobran también cuando con cinismo hablan de reconocer en sus leyes profundamente podridas los Acuerdos de San Andrés o nuestra libre determinación, sin siquiera tocar el asesino montaje capitalista que es el Estado Mexicano.

De aprobarse los Acuerdos de San Andrés en el actual contexto, estando vigentes las sucesivas reformas al artículo 27 constitucional, que han transformado la tierra en mercancía y han puesto las riquezas del subsuelo en manos de las grandes empresas, sin acabar con los regímenes de concesiones de aguas, minería, bienes nacionales e hidrocarburos, sin imponer límites al poder imperial derogando el actual Tratado de Libre Comercio y limitando severamente a las grandes corporaciones trasnacionales, sin destruir el control que los grandes cárteles de la delincuencia ejercen, apoyados en las corporaciones militares, sobre nuestros territorios, estaremos viviendo, en el mejor de los casos, una burda ilusión, que nos oculta la embestida del dinero contra nuestros pueblos.

Nosotros, en el Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno, no tenemos duda y no seremos parte de ninguna transformación exponencial capitalista, que con sus prácticas viciadas, tiene su mirada puesta en nuestros territorios. No seremos parte de su mentira sedienta de nuestra sangre y nuestro extermino.

Es por eso, que acordamos seguir construyendo la organización que se convierta en un gobierno propio, autónomo y rebelde, con compañeras y compañeros de otras geografías, para romper en colectivo la inercia que nos imponen, para ver entre todos por donde viene la tormenta y en medio de ella no dejar de tejer, hasta que nuestro tejido se junte con los otros, que brotan por todos los rincones de México y el mundo para que se hagan concejos, que juntos, seamos concejo de gobierno con las redes del apoyo al CIG. Que se desdoblen con sus propias formas y su propia identidad en el campo y la ciudad sin importar las fronteras.

Acordamos consultar en nuestras comunidades, pueblos, naciones, tribus y barrios las formas y modos de construir junto con las redes de redes, chiquitas y grandes, una coordinación que nos enriquezca en el apoyo y la solidaridad, que haga de nuestras diferencias nuestra fuerza, en redes de resistencia y rebeldía con la palabra que nos hace ser uno solo, de manera respetuosa y horizontal.

Y como es de por si nuestro modo, cada paso depende de lo que mero abajo acordemos, por lo que llevaremos a nuestras regiones estos resolutivos para ser consensados, y que la palabra colectiva que nos hace ser lo que somos, nos marque el ritmo, el modo y la dirección.

Nuestros pasos dependerán también de lo que mero abajo en colectivo decidan los otros y las otras, los maestros, estudiantes, mujeres, trabajadores del campo y la ciudad, de todos lo que en medio de la guerra capitalista también han decido tejer la organización que eche abajo la muerte y la destrucción en la que los capitalistas solo ven ganancias. Si es su decisión, de abajo y autónoma, les llamamos a que consulten de manera seria y comprometida al interior de sus organizaciones y colectivos si es o no necesario para ustedes conformar su Concejo de Gobierno.

Si así lo deciden, en consecuencia a nuestro llamado para hacer retemblar la tierra con la organización de abajo y a la izquierda, siempre contarán con nuestra palabra compañera, desinteresada y solidaria. Compañer@s no serán pasos fáciles, ni rápidos, pero estamos convencidos de que se nacerán profundas grietas para desmontar el poder de arriba.

En su momento y de acuerdo a la consulta que realicemos en nuestras comunidades, el CNI-CIG discutiremos la incorporación a algo más grande, que sea capaz de incorporar nuestras luchas, pensamientos e identidades. Algo más grande que se haga fuerte con las visiones, modos, formas y tiempos de cada quien.

Hermanas, hermanos es esta nuestra palabra colectiva, que sigue llamando a la organización de abajo para defender la vida, y sanarnos junto con nuestra madre la tierra. 

Desde CIDECI-UNITIERRA, San Cristóbal de las Casas, Chiapas

A 14 de octubre de 2018

Por la Reconstitución Integral de Nuestros Pueblos

Nunca Más Un México Sin Nosotros

Congreso Nacional Indígena

Concejo Indígena de Gobierno

Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Fuente: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/10/14/pronunciamiento-de-la-segunda-asamblea-nacional-del-congreso-nacional-indigena-concejo-indigena-de-gobierno/

EL CINE IMPOSIBLE.


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EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.

Comisión Sexta del EZLN.

México.
Octubre del 2018.

A las personas, grupos, colectivos y organizaciones de la Sexta nacional e internacional:

A las redes de apoyo al Concejo Indígena de Gobierno:

A quienes tienen afición, vicio u obsesión por el cine:

CONSIDERANDO QUE:

Primero y único:

EL CINE IMPOSIBLE.
 
(Apertura: la serpiente le ofrece la manzana)

  Usted camina sin rumbo.  No sabe bien a dónde se dirige y, claro, a qué.  Atrás quedó la transitada calle al pie del muro que se desgaja, burlándose, a su modo, del deteriorado cartel de la feliz Familia Feliz.  Y también quedó lejano el monumental estadio y su impertinente interrogante: “¿quién manda?”.  Pero, bueno, ahora mismo usted no sabe dónde diablos está y piensa si mejor debe regresar… pero tampoco sabe a dónde y, claro, a qué; así que se detiene, pero sólo un momento porque una niña le toma de la mano y le apremia: “apúrate porque si no vamos a llegar tarde al cine”.  A usted no le da tiempo de aceptar o no, porque ya se encuentra frente a un cartel el cual, con muchos colores, declara: “Adultos sólo acompañados de un niño”  Pero alguien ha tachado “un niño” y puso “una niña”.  Y otra mano anónima tachó “una niña” y escribió “unoa niñoa”.  Alguien más anuló “unoa niñoa” y agregó “eso aquí no importa”.

  Un ser con pasamontañas le detiene, pero la niña le aclara al rostro oculto: “viene conmigo”.  El embozado le cede el paso.  Una pendiente parcialmente cubierta con cemento.  Charcos.  Piedras.  Lodo.  A los costados, varias casitas de madera con techo de lámina.  La niebla es muy cerrada, así que las sencillas edificaciones van como apareciendo y desapareciendo a cada paso, en un vaivén de “fade in” y “fade out”.  Pero usted sigue sin saber a dónde va.  El ambiente es como de una vieja película de misterio… o de terror.

  Los letreros que señalan las distintas champas son… ¿cómo decirlo?… desconcertantes.  En una, por ejemplo, por entre una neblina que bien podría confundirse con la londinense, se lee “The Lodger” y más abajo “room service, atendido personalmente por Norman Bates” y la foto de un joven desgarbado que bien podría ser Antonhy Perkins si no fuera porque es imposible.

  A estas alturas usted ya no sabe si está en las montañas del sureste mexicano o en el barrio de Whitechapel y entonces se pregunta si, en lugar de conducirle al cine, la niña no le lleva a la cocina del gastrónomo y doctor Hannibal Lecter.

  Debe serenarse, se dice para sus adentros.

  Aunque tampoco ayude mucho el que, en otra champita, un rótulo advierta: “Taquería El Silencio de los Inocentes. Tacos de nana, buche, nenepil y SESOS”; así, con mayúsculas el último ingrediente.  Usted siente miedo, pero no de que le abran el cráneo, sino de que Sir Anthony Hopkins, vestido con un delantal con una leyenda que reza “Vayamos por partes, feat Jack The Riper”, rechace su cerebro de usted con un “le falta consistencia”.  Le apena también la imagen de sus tripas en el bote de la basura.  ¿Y si, junto al cerebro, le sacan también las ilusiones?  Lo de las tripas, vaya y pase, cualquier película de terror abunda en tripas (cine Gore, cree usted que le dicen a ese género hoy tan en boga), pero, ¿qué le podría quitar las ilusiones?  “La Realidad”, lee usted en un letrero de edad indefinida en otra de las casitas, seguido de “Electroshocks, bofetadas y zapes gratis.  Se pinchan ilusiones, globos, promesas electorales y programas de gobierno”.

  En otra, unos metros más abajo y en el costado opuesto de la pendiente, otro letrero: “Los Tercios Compas.  No somos medios, ni autónomos, ni independientes, ni alternativos, ni libres y tampoco somos como-se-diga, pero somos compas”, y, más abajo, con plumín, alguien ha agregado: “no hemos terminado el documental, vuelva para el próximo alzamiento y le diremos para cuando podría estar”.

  En la de allá: “El Guasón. Estética bucal. ¿Por qué tan serio?, ¡Luzca una sonrisa para toda la vida!”, y una fotografía de Heath Ledger en el papel de “The Joker”.  Más abajo, otra, con el dibujo de un samurái con su katana y el letrero “Heihachi – Minuro Chiaki.  Curso relámpago de Hara-Kiri.  Propedéutico, tronco común, especialidad, examen final y graduación, todo en menos de un minuto. ¡100% práctico!”.

  Usted se estremece.  La niña se detiene, voltea a mirarle y, para tranquilizarle, le aclara:

  “No hagas caso de esos letreros, es el Sup Galeano que siempre anda de malora y pone esas cosas en sus cuentos, pero nomás lo hace por molestar y porque está bravo porque le ganamos la mantecada y porque no pasan las películas que le gustan, porque el Sup sólo quiere cine de unas encueradas que ya de una vez.  ¿Tú lo crees que lo van a pasar esas películas?  Nuncamente.  De plano quiere unos sus zapes y su plática política de como mujeres que somos.  Ya le dimos varias, pero él no entiende.  Así son los malditos hombres pues.  Además, esos tacos son de tuluc (guajolote), no de cuche (cerdo), ni de ganado (res), y no son tacos, son tamales”.

  Siguen caminando y usted todavía no sabe dónde se encuentra, en qué país o en qué mundo.  ¿Y la fecha?  Ni idea.  ¿Llueve o es la niebla la que le moja la piel?

  “Llegamos”, dice la niña, mientras entran a un galerón que, supone usted, debe ser la sala de cine.  Usted se detiene en el quicio de la puerta y mira el recinto.

  Para ser cine, es muy otro.  La pantalla, por ejemplo, no está en un extremo, sino en medio; y quienes asisten a la función están a uno y otro lado de la proyección… o de lo que supone es la proyección.

  De un lado están quienes hacen cine, quienes actúan, dirigen, producen, editan, sonorizan, enseñan, analizan, critican, proyectan, difunden y todos los trabajos que supone hacer una película.

  Del otro lado: el público, los espectadores.  Aunque éstos tienen el rostro cubierto y sólo se alcanza a distinguir su mirada.  En muchos de los casos, no se puede precisar la edad ni el género.  Como si de ese lado de la pantalla, la primera y el segundo no importaran, y sólo fueran una mirada que mira y escucha.  No se sabe si sonríen, se apenan, se enojan, celebran.  Además, intercambian comentarios en lenguas incomprensibles.

  Además de su absurda posición, parece que la pantalla es transparente porque, quienes hacen cine, están con la mirada y el oído atentos, pendientes de las reacciones del auditorio, como si supieran que esta sala de cine les permite apreciar lo que nunca: el efecto que la película produce en los públicos.  Y lo pueden hacer desde la, tal vez, mejor perspectiva para quien hace cine; es decir, desde la pantalla.  Desde ahí pueden ver las miradas y escuchar las reacciones, que suelen decir más que las palabras y que, claro, las taquillas, los ratings en los servicios de streaming, las estatuillas y las críticas de la prensa especializada.

  A su vez, quienes asisten a la proyección miran y comentan, pero al parecer no están atentos a la pantalla, sino a quienes están mirándolos.  De alguna forma que usted no puede explicar, al público no le interesa tanto lo que se proyecta, sino las miradas de quienes trabajaron para que esas historias llamadas “cine” se proyectaran, es decir, se contaran.  Es más, hay algunas personas, también con pasamontañas, con sus cámaras dirigidas a quienes definen como “artististas de las películas”.  Como si la escena en la sala de cine, en la película “Los Carabineros” (Jean Luc Godard, 1963), se invirtiera, y en lugar de ver al carabinero aterrado por el tren que llega, o asomándose para ver a la mujer que se desviste y baña en la tina (todo en una pantalla que, desgarrada, desnuda un muro impúdico y soberbio), quisiéramos mirar, no la mirada del maquinista, ni de la mujer que es mirada, sino la mirada de los hermanos Lumiére.

  “Parece que acá los patos le tiran a las escopetas”, está pensando usted, cuando la niña que, según le aclara, se llama “Defensa Zapatista”, le dice que se sienten ya porque la película ya comenzó.

  Un niño que, según le aclara, se llama “el Pedrito” –y que ha aparecido a sus espaldas-, le dice a usted, en voz baja: “Es que Defensa es una romántica irremediable.  Cree que las películas, si no tienen quien las mire, quien aplauda, ría, llore, se espante, abuchee, se conmueva, reflexione, las celebre o las lamente, se sienten muy solas.  ¿Y qué hacen las películas si nadie las mira?  ¿Lloran?  ¿Se ponen tristes?  ¿Se desmayan?  No lo sabemos, y Defensa no quiere averiguarlo.  Así que siempre asiste cuando pasan una película, no importa cuál seaYo ya le demostré que es imposible de resolver ese misterio, porque, para saber si llora una película que nadie mira, tenemos que mirarla.  Puede ser que miremos que llora, pero ya no será porque no la miran, porque ya la miró alguien para ver si llora porque no la miran.  Así que si miramos que llora, puede ser porque el argumento es muy malo, o la edición, o las actuaciones, o la sonorización, o la escenografía, o la producción, o porque un crítico malora la mal habló, o todo.  ¿Entiendes la paradoja?  La forma de demostrar la hipótesis, que se infiere de la misma hipótesis, anula la posibilidad de demostrar la hipótesis.  Yo le llamo “La paradoja de la película triste”.  Le expliqué eso al Sup Galeano, pero el Sup dijo que de las películas no sabe, pero que si no hay palomitas de plano no hay cine y toda especulación es inútil.

   Usted está tratando de seguir el planteamiento lógico del niño y piensa que quien llaman “el Sup Galeano” podría ubicarse en lo que el maestro Jorge Ayala Blanco llama “mentalidad comepalomitas”, pero, al sentarse, usted escucha claramente que la niña, como si de una oración se tratara, murmura:

  “No tengas pena, hermanita, ya vine ya.  Yo te voy a mirar y te voy a aplaudir aunque no me guste lo que pongas, aunque salgan serpientes o arañas, que son muy fieras y mucho me espantan, y luego tengo “quesadillas” cuando me duermo, pero entonces nomás cierro los ojos y ya.  Y si está triste tu historia, voy a llorar pero no mucho… bueno, sí un poco bastante, pero depende.  Y si cuentas chistes, me voy a reír mucho porque seguro son mejores que las babosadas del Pedrito aquí presente.  Y si lo explicas las chingaderas de los malditos capitalismos, lo voy a tomar apunte.  Y si cuentas una lucha, te voy a echar unas consignas de “se ve, se siente, ya volvimos a salir”.  Y si te bailas, bailo.  Y si te cantas, canto.  Y si dices soñar, te sueño.  Y si gritas despertar, te despierto.  Así que aquí estoy, mírame que te miro y que se ponga alegre tu corazón”.

  El Pedrito le mira a usted con cara de “te lo dije” y sonríe burlón.  La niña se da cuenta y le da un zape.  El niño protesta: “Pero si no dije nada”.  La niña: “Pero lo pensaste”.  El niño: “Acaso estoy pensando nada”, y le guiña a usted un ojo cómplice.

  Para esto, junto a usted y en la misma banca, ya hay una banda de niños y niñas, cada quien con un paliacate rojo al cuello o un pasamontañas embozando el rostro.  Sin que nadie lo indique expresamente, se van presentando: “Yo soy la Esperanza”, “Yo soy el Pablito”, “Yo soy el Amado”.  Y, con una especie de maullido-ladrido, un animalito entre gato y perro brinca al regazo de la niña Defensa Zapatista.

  Uno de los niños, el Amado, pregunta “¿Ya comenzó?”  “Ya tiene ya”, responde Esperanza.  “¿Y las palomitas?”, pregunta el Pablito.  El Pedrito responde: “Las quedó el Sup Galeano, dice que los dioses crearon el maíz palomero sólo para los subcomandantes y que quienes quieran quitarle pues machete en el pescuezo, sin filo para que tarde, y oxidado para que se infecte y te tienen que poner inyecciones”.  Toda la pandilla se estremece con la palabra “inyecciones”.  “Apártenle su lugar a la Calamidad por si llega”, indica Defensa Zapatista.  “Y bueno, al Sup también”, añade.

  “Lo miré en su ojo que se embraveció”, escucha usted que dice el Pedrito, narrando lo ocurrido cuando le dijo al Sup que tenía que compartir sus palomitas.

  “Así que aquí miran tu mirada”, se dice usted para sus adentros, y se añade: “y te obligan a mirar esa mirada que te mira.  Vaya problema”.

  Alguien pide silencio y la pandilla se calma.  Ahora a usted le da tiempo de mirar con atención ese cine incomprensible.  Fuera de la absurda ubicación de la pantalla y la disposición del auditorio, todo parece transcurrir con normalidad, pero sólo en apariencia.  Usted no recuerda ahora qué película se estaba proyectando.  Es más, tampoco recuerda si es que se estaba proyectando algo.

  Pero recuerda que… de pronto, la niña con un osito de peluche enmascarado (“yo me llamo Esperanza y me apedillo Zapatista”, recuerda usted que dijo), se pone de pie y, dirigiéndose a la pantalla, la cruza y se sienta del lado de quienes hacen la película.  Desde ahí, le hace señas al resto de la pandilla para que se atraviesen.  Les siguen los demás espectadores y, como no hay asientos suficientes, quienes hacen cine deben ponerse de pie y buscar lugar en el lado opuesto.

  Entonces usted advierte que la pantalla no sólo es transparente, no sólo deja pasar las miradas a uno y otro lado.  También deja pasar los cuerpos, como si fuera una ventana, o, mejor aún, una puerta, pero es imposible que exista una pantalla de cine así.

  Sigue observando y, supone usted, los papeles se invierten: los espectadores miran desde el lado de quienes hacen cine; y quienes hacen cine miran desde el lado de los espectadores.  Un rato están así, y vuelven a cruzarse.  El movimiento se repite una y otra vez.  Usted ha tomado posición en un costado, así que puede apreciar eso que algo tiene de danza anacrónica.

  Quienes no cruzan cambiando de asiento y de perspectiva, se dedican al antiguo deporte de arrojar palomitas a la pantalla.  Aunque, claro, los proyectiles no rebotan, sino que atraviesan al otro lado.  Así que pronto se arma una batalla campal de maíz palomero: público contra cineastas.  Ganan cineastas, pero no porque tengan mejor puntería o porque sean más.  De hecho son menos, y no le atinan ni al cerro del que baja la niebla como una larga nagua; pero el público, a pesar de superar en cantidad y puntería al equipo contrario, se quedó sin parque porque, como debe de ser, se comió la munición, o sea, las palomitas.

  “Está cabrón”, escucha usted que una de quienes hacen cine le dice a otro, “porque no miras que miren tu película, sino que miras como que te miran el corazón, te lo quitan, lo desarman, lo desarreglan y te lo vuelven a poner como si nada.  No vuelvo a venir.  O sí.  O no sé.  Y todo sin una palabra.  Con decirte que añoro las críticas con las que la prensa especializada destrozó mi ópera prima.”  El hombre a su lado no responde, está ocupado acomodándose la chamarra para que no se le vea la herida en el pecho.

  Pasado el zafarrancho palomero, el vaivén no se detiene.  Sí, el caos es evidente, pero tiene una especie de coreografía involuntaria, como en los primeros dibujos animados.

  Ahí están las dos partes: quienes se muestran detrás de un pasamontañas y quienes se muestran detrás de una película.  Fuera de eso, no tienen nada en común, pero la pantalla les convoca.  Es ella la que define los lugares, los movimientos, los incesantes intercambios.

  La pantalla es… ¿cómo decirlo?, sí, un puente.

  Pero eso no es posible…

  ¿O sí?
-*-

  En base a lo anteriormente expuesto, la Comisión Sexta del EZLN, invita a los hombres, mujeres, otroas, niños y ancianos de la Sexta, del CNI y de las redes de apoyo al CIG en todo el mundo, y, bueno, a l@s cinéfil@s que puedan y quieran, al

FESTIVAL DE CINE

 
“PUY TA CUXLEJALTIC”
 
(“Caracol de nuestra Vida”),


  Cuya primera edición (suponemos que será anual) se realizará en el Caracol zapatista de Oventik, en las montañas del Sureste Mexicano (con proyecciones alternas en el CIDECI de San Cristóbal de las Casas, Chiapas), del 1 al 5 de noviembre de este año del 2018.

  Las películas que se exhibirán y las actividades en el mentado festival (que al parecer incluyen, entre otros absurdos: una mesa no redonda, tal vez rectangular, sobre… ¡¿futbol?!  ¿Pero no es un festival de cine?; ¿Una película que se lee y dirigida por un escarabajo esquizofrénico?), se darán a conocer públicamente en unos días más (o eso esperamos).

-*-

(continuará…)

Desde la sala de cine “Comandanta Ramona”
Por la Comisión Sexta del EZLN.
El Sup Galeano, fumando, irresponsable, en la cabina de proyección.
(no soy irresponsable, bueno, sí, pero no es el tema; estoy apoyando los efectos especiales, ¿qué tal que esos días no hay niebla? ¿Ah, verdad? Y no me ganaron la mantecada, fui despojado, no es lo mismo. Y no miro películas de encueradas, son mis clases de anatomía por correspondencia; lo que pasa es que Defensa Zapatista me está autocriticándome por machito, pero, bueno, depende… ¿qué? ¿Ya se acabó? Okela, ¿no les digo?)
México, Octubre del 2018.

Fuente:http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/10/04/una-invitacion-a-el-cine-imposible-comision-sexta-del-ezln-octubre-del-2018/

LA ÚLTIMA MANTECADA

  Imagen: https://pbs.twimg.com/media/Dlj_KizV4AQ8nKD.jpg


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(Cuento leído durante la clausura del CompARTE POR LA VIDA Y LA LIBERTAD 2018 en el Caracol de Morelia, Torbellino de nuestras palabras, montañas del sureste mexicano.)

 LA ÚLTIMA MANTECADA

EN LAS MONTAÑAS DEL SURESTE MEXICANO.

 Tal vez fue por una serie de sucesos aleatorios, sin liga aparente entre ellos, que la tragedia se gestó.

 O quizás fue una simple coincidencia, una suerte de azar infortunado.  Como si el destino se diera en alimentar los rumores sobre su existencia, arrojando las piezas de un rompecabezas sobre, claro, las cabezas rotas de humanos y máquinas.

  O acaso la Tormenta (ésa que el zapatismo insiste en señalar y que, como en todo lo que dice, nadie más repara), había incurrido en un “spoiler”, un pequeño adelanto de lo que se avecinaba.  Como si, en el software incoherente con el que parece funcionar la realidad, se hubiera colado un aviso urgente, un “warning” inadvertido, una señal que sólo podría ser detectada e interpretada por los más avezados vigías que, en los rincones del mundo, se empeñan en otear horizontes que, de tan lejanos, ni siquiera aparecen como variable en las frenéticas estadísticas del sistema mundial.  Después de todo, las estadísticas sirven para señalar tendencias que borran dramas cotidianos.  ¿Qué es, después de todo, el asesinato de una mujer?  Una de numeral.  Una más es una menos.  Las estadísticas dirán que se necesitan varios, muchos de esos asesinatos “de género” para incidir apenas en una tendencia: la del desbocado cabalgar del sistema hacia el abismo, derrapando sobre sangre, lodo, escombros, mierda, destrucción.  ¿En el horizonte?  La guerra.  ¿En el sendero andado?  La guerra.  Porque en el sistema capitalista la guerra es el origen, el camino y el destino.

  En fin, tal vez desvarío.  Porque éste es un cuento y hay que cuidar que no se cuelen en él reflexiones tendenciosas, malas ideas, malsanos pensamientos, cavilaciones ociosas, provocaciones.

  Quienes padecieron alguna vez el ver una película con el finado SupMarcos, cuentan que era insoportable.  Bueno, no sólo era insoportable en eso, pero estoy hablando de ver películas.  Bastaba que en el filme apareciera un arma de fuego para que el difunto pusiera “pausa” y se diera una larga y ociosa exposición sobre rasancia, energía, alcance, poder de fuego, y las breves o largas parábolas que un proyectil trazaba en su ruta hacia “el objetivo”.  Poco importaba que, en ese momento pausado, la trama se fuera a resolver, o que quienes veían el filme se angustiaran sin saber si el héroe (o la heroína, no olvidar la equidad de género) se salvaba o no.  No, ahí estaba el inútil derroche de erudición: “ésa es una carabina M-16, calibre 5,56 mm NATO, nombrado así para diferenciar las municiones fabricadas por los países de la Organización del Atlántico Norte, de las del Pacto de Varsovia, y etcétera, etcétera”.  Claro, la compañía cinéfila no sabía qué hacer: si demostraba interés, el finado podría extenderse; si, en cambio, mostraba indiferencia, el difunto podría interpretar que no había sido claro y se explayaría más, llegando, claro, a la guerra fría.  Y entonces el SupMarcos se sentía obligado a explicar que el término “guerra fría” era un oxímoron, una argucia del sistema para obviar la muerte y la destrucción que habían marcado esa época.  Seguía entonces con lo de “cuarta guerra mundial”, y así hasta que las palomitas se enfriaban o se habían convertido en un amasijo de maíz palomero con salsa “Valentina”.

  Bueno, ya me estoy poniendo igual.  El asunto era que, si el SupMarcos asistía a la función, había que ver las películas o las series dos veces: una para padecer las interrupciones, la otra para entender la trama.  Por esto digo que un cuento es un cuento y no una plática política.  Aunque Defensa Zapatista use lo de “plática política” para ocultar las muestras de “violencia de género” que, en forma de zapes, le aplica al estoico Pedrito, el niño que, sin saberlo ni pretenderlo, asume el papel de némesis de la niña y su indefinible gato-perro.

  ¿En qué estaba?  Ah, sí, en los por qué de lo que les narraré más adelante.

  El asunto es que, esa madrugada, confirmé lo que me temía: se habían acabado las mantecadas.  Todas.  Incluso la reserva estratégica (destinada a hacer frente al previsible apocalipsis zombi, a una invasión extraterrestre, o a la caída de un meteorito), estaba en ceros.

  ¿Qué fue lo que pasó?  Pues, como en las tragedias griegas y en los corridos mexicanos, no pasa nada hasta que pasa.

  La Doña Juanita, atrincherada en la cocina del CIDECI, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, se había declarado en huelga: nada de tamales, nada de cuche (cerdo, en Chiapas), nada de tacos y garnachas, nada de batidillos ricos en carbohidratos, grasas y colesteroles.  Y, oh desgracia, nada de mantecadas.  Que ahora pura comida sana, o sea verduras, verduras y más verduras.  Que nada de que nada.  Que resistencia y rebeldía.  Que muera la comida chatarra y el fast food.

  Cuando me enteré, mandé un enlace para convencer a Doña Juanita de que hiciera una excepción; que la entendía, pero que había yo leído en un libro que las mantecadas eran muy nutritivas; que si ella hacía mantecadas, todo iba a quedar “entre nous”, que no se iba a publicar.  El enlace regresó desconsolado: ni siquiera pudo hablar con Doña Juanita, quien estaba fortificada, junto con sus compas de la cocina, cantando el “no, no, nos moverán, y el que no crea que haga la prueba, no nos moverán”.  Le pregunté al enlace que qué había hecho él.  Dijo que se puso a cantar, que se oía bien bonito el coro y agarró una guitarra y acompañó el himno.

  Yo no me dejé derrotar por cuestiones que adjudiqué al rubro “de género”.  Después de todo, Doña Juanita es mujer y hay cosas que las mujeres no entienden.

  Recurrí entonces al arma ultra secreta del ezetalene: el compa Jacinto Canek.

  Muy lejos de estas montañas, pero enclavado en otras, el compa Jacinto Canek le sabe a la cocina.  Hace maravillas con apenas unas cuantas ollas y sartenes.  Pero tiene un don especial para el pan.  Se rumora que hay gente que viaja desde los más diversos rincones del mundo para probar sus panes.  Como una muestra de la “otra globalización”, su repostería ha deleitado el paladar de 5 continentes.

  “El secreto está en que hay que echarle muchos huevos”, me confesó un día el compa Jacinto Canek mientras esperábamos, yo impaciente, que salieran las mantecadas del horno.  Aunque él se refería a los panes, yo dije casi como reflejo: “como a todo, Don Jacinto, como a todo”.

  Por una cuestión de solidaridad de género, confiaba yo en que el compa Jacinto Canek haría honor a su nombre de lucha y aportaría una salida a la grave crisis que se avizoraba.

  Una misión de tal trascendencia requería una postura drástica.  Con el fin de acallar las críticas que ya adivinaba de las feministas, le encargué a la insurgenta Erika que fuera hasta las tierras donde Jacinto Canek defendía a capa y espada sus secretos culinarios.

  Le dije a la Erika que tenía ella una misión muy importante.  Que debía ir donde Jacinto Canek y debería relatarle una leyenda: los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, crearon las mantecadas para que los humanos se dieran una idea de lo que era el paraíso.  Pero luego llegó el pinche sistema capitalista con sus Bimbo-Marinela, la Tía Rosa, Wonder y etcétera, y corrompieron el sagrado manjar de los dioses.

  Que quienes hacían pan artesanal eran los custodios de la memoria, los que resguardaban el santo grial que permitía la comunicación entre humanos y dioses.

  Por supuesto que la insurgenta Erika me preguntó qué cosa era “santo grial”.  Le dije que era algo muy importante, sagrado, que de eso dependía el destino de la humanidad.

  La Erika se burló diciendo “Nah, qué va a ser, seguro lo inventaste, Sup, nomás porque quieres mantecadas”.

  Yo puse cara de “me ofendes”, y la despaché con las amonestaciones de rigor.

  Después de jornadas que imagino agotadoras, la insurgenta Erika regresó con una gran bolsa de pan.  No pude evitarlo: aplaudí.  Y debo confesar que mis hermosos ojos se humedecieron agradecidos.

  Sin responder al saludo de la Erika, le arrebaté la bolsa y vacié su contenido en la mesa.  Nada.  Había conchas, trenzas, orejas, moños, polvorones, bolillos, teleras, chilindrinas, marquesotes, pan de elote, empanadas, hojaldras (sin agraviar a quienes leen), cemitas, donas, y hasta el mal llamado “pan de amor”.  Pero ni una mantecada, ni una sola.

  El horror.

  Me derrumbé sobre la silla, con un sabor amargo llenándome la vida.

  Entonces la insurgenta Erika sacó de su morraleta otra bolsa, más pequeña.  Envuelta con plásticos y papeles, apareció ¡una mantecada!

  “Que sólo alcanzó a hacer ésa”, me aclaró la Erika, “que ya no hizo más porque está echando baile con su mujer.  Que a ver hasta cuándo”.

  Se fue la insurgenta Erika.

  Con extremo cuidado, como si de una valiosa pieza de fino cristal se tratara, coloqué la mantecada sobre la mesa.

  Con todo eso de la Tormenta, la Hidra y el apocalipsis-todo-incluido de mi hermano bajo protesta, me puse ídem y sentencié:

  “He aquí la última mantecada en las montañas del sureste mexicano”.

  No sabía si comerla o hacerle un altar, un homenaje premonitorio a lo que eso significaba: el fin de una época, la inapelable sentencia del destino, el enojo de dioses desconocidos, el desdén avistado en una mirada deseada, el daño colateral de la guerra capitalista.

  La miré, sí.  La miré con lujuria mal disimulada.  Con cuidado mis dedos apenas rozaron sus contornos azucarados, la hendidura circular que enaltecía el seno unívoco del ser unigénito, la voluptuosa figura que no sólo decía sino que gritaba: “soy una mantecada, pero no cualquier mantecada, soy la última mantecada”.

  En eso estaba yo, o sea que calculando si en la tienda cooperativa tendrían conocido refresco de cola con el cual honrar la última mantecada, cuando, como si faltara ratificar la desgracia, aparecieron en la puerta…

  Defensa Zapatista y el gato-perro.

  Me puse de pie tan rápido como pude y, tratando de tapar con el cuerpo el obscuro objeto de mi deseo, empecé a balbucear incoherencias:

  “Eh, no, no hay una mantecada sobre la mesa.  No, no la estoy escondiendo.  No, no hay nada detrás mío.  Eh, hace mucho calor, y el zancudo está muy bravo, creo que va a llover.  ¿Piensas que va a llover?

  Creo que Defensa sospechó algo, porque me dio la vuelta como si tal y vio la mantecada.

  Me miró con reprobación y sentenció:

  “Tienes que compartir, Sup”.

  El gato-perro ladró o maulló, a saber, pero supongo que apoyando a Defensa Zapatista.

  Imagino que sintiéndose convocada por la palabra “mantecada”, apareció, a saber de dónde, una niña que trataba de alcanzar la mantecada con una manita mientras con la otra sostenía un osito de peluche.

  La aparté de la mesa y, siguiendo el modo del finado, le pregunté:

  “¿Tú quién eres?, no te conozco”.

  “Yo me llamo Esperanza y me apedillo “zapatista” y éste es un mi osito y tenemos hambre”.

  Al escuchar el nombre de la niña, yo no dejé de apreciar la reiteración de las paradojas en estas tierras.

  La Esperanza Zapatista se retiró después de varios intentos de lo que la nueva teoría social llamaría “acumulación por despojo de mantecadas”, una fase aún en desarrollo del capitalismo.

  Defensa y el gato-perro me miraban con más de 500 años de reclamos, esperando lo imposible: que yo les compartiera la última mantecada de las montañas del sureste mexicano.

  “No se puede”, me defendí con torpeza, “sólo hay una.  Viera que hay dos o más pues se puede repartir, pero como sólo hay una, pues no se puede compartir, sólo es para uno”.

  Subrayé el “uno” para marcar la diferencia de género: el “uno” dejaba fuera a Defensa Zapatista, a Esperanza y al gato-perro, el cual, si no sabe si es perro o gato, menos va a saber si es masculino o femenino.

  Siguiendo la quinta ley de la dialéctica (nota: la primera ley de la dialéctica es “todo tiene que ver con todo”; la segunda es “una cosa es una cosa y otra cosa es no me chingues”; la tercera es “chingue su madre el universo y la materia”; la sexta es “no hay problema lo suficientemente grande como para no darle la vuelta”)…

  Les decía que la quinta ley de la dialéctica señala que “siempre puede llover sobre mojado”, y, para confirmarla, reapareció la Esperanza Zapatista, ahora acompañada de dos niños zapatistas: uno portaba un sombrero vaquero más grande que él y se presentó con un “yo soy el Pablito”; el otro traía un sombrero modelo “Don Ramón en el Chavo del 8”, aunque también parecía un casco de estambre, y dijo que él era “Amado, el Amado Zapatista” (quise darle un zape por suplantarme).

  Viéndome en desventaja numérica, analicé mis posibilidades:

  Podía, por ejemplo, ponerme en el clásico “modo matanga dijo la changa”, tomar la mantecada y huir en lo que, en la teoría militar, se llama “repliegue estratégico”.

  Opción desechada: el comando infantil zapatista me tenía rodeado.

  Podía atropellarlos, siguiendo el modo del Fondo Monetario Internacional frente a gobiernos progres y no progres, pero corría el riesgo de tropezar y que el santo grial cayera.  Eso le daría ventaja al gato-perro, cuya habilidad para tomar lo caído ya había sido demostrada en otro cuento que les narraré en otra ocasión.

  Opté entonces por la demagogia en boga y, dirigiéndome al comando infantil, les solté:

  “Miren, tienen que entender la coyuntura, la correlación de fuerzas no es favorable.  No es tiempo para radicalismos.  Es mejor una transición pausada. Esperar, por ejemplo, a que haya más mantecadas y entonces sí.  Pero ahora ustedes deben esperar con paciencia.  Por ejemplo, si ya hay una niña que se llama “Defensa Zapatista” y otra que se llama “Esperanza Zapatista”, puede ser que haya una que se llame “Paciencia Zapatista”.  Entonces, vayan a buscarla y, cuando la encuentren, le echan la plática política y entonces pues ya vemos”.

  “No hay”, respondió Defensa Zapatista, y agregó con malicia: “pero hay una compañerita que se llama “Calamidad”, o sea que es “La Calamidad Zapatista”.  Ahí lo veas si la traemos.”

  Un estremecimiento sacudió por entero mi sensual cuerpo.

  Desesperado, me di cuenta de que mis argumentos no convencían.

  Imaginé entonces el cataclismo terminal: una multitud de niñas y niños zapatistas rodeando mi champa, la otrora comandancia general del ezetaelene; insultos en diferentes lenguas de origen maya; Defensa Zapatista ordenando “traigan ocote”; Esperanza sacando, a saber de dónde, un encendedor, mientras su osito, os lo juro, se transformaba en “Chuky, el muñeco diabólico”; el gato-perro ladrando y maullando; el Pedrito bailando con la promotora de educación y el Pablito cantando la del moño colorado y el Amado haciendo la segunda voz (sí, los varones siempre en otro canal); los ocotes encendidos democratizándose; las primeras llamas lamiendo las tablas y creando un cerco de fuego dentro del cerco infantil; y yo, heroico, abrazando la mantecada, dispuesto a morir antes de entregar “my tresaure” a esa masa irreverente que apenas levantaba unos palmos del suelo.

  Era inútil tratar de dividirlos y llevarlos a enfrentarse entre sí: la mantecada los unía y yo no podía cederla.

  Podría, es cierto, arrojarla y, aprovechando la confusión, buscar refugio.  Pero dudo que se abalanzaran por la mantecada.  Seguro seguirían su tradición de compartir incluso lo poco que tienen, tal y como la pandilla del finado SupMarcos hacía después de asaltar la tienda “La Nana Zapatista” en La Realidad ídem.

  Pero ni hablar, era mi mantecada.  Ella y yo estábamos unidos por el destino.  En mis pensamientos rondaban los antiguos escritos (que yo redacté): “en el principio de los tiempos, los dioses crearon la mantecada y vieron que la mantecada era buena y entonces crearon al Sup para que de ella se regocijara y se la zampara sin compartir”.  Ergo, la mantecada era de mi propiedad por mandato divino y esos enanos y enanas herejes pretendían despojarme de ella, cometiendo así el más grande pecado: desafiar la propiedad privada de la mantecada, que, como todos saben porque viene en todos los libros de historia, es el fundamento de la civilización, el orden y el progreso.

  El futuro de mi mundo estaba en juego.  Si yo compartía mi mantecada, la humanidad volvería a la edad de piedra, a un mundo sin internet, sin redes sociales, sin las películas y series en stream y, horror de horrores, sin helado de nuez.

  Entendí entonces que en mi hermoso y bien formado cuerpo residía la última oportunidad del ser humano.

  Si yo compartía la mantecada, cosas terribles podrían suceder.  Por ejemplo, las mujeres podrían rebelarse.  No una, ni dos.  Todas.  Millones de Defensas, Esperanzas y Calamidades Zapatistas surgiendo por todos los rincones del planeta.

  El apocalipsis.

  La destrucción total del mundo tal y como lo conocemos.

  El fin de los tiempos.

  La catástrofe final.

  Me estremecí.

  Entonces cometí un error del que no me cansaré de arrepentirme: sin que fuera necesario, solté:

  “Además, es la última”.

  “¡La última!”, repitió la niña con alarma y sorpresa.

  Quedó pensando Defensa Zapatista. Yo sentí un escalofrío recorrer todo mi voluptuoso cuerpo.  Nada hay más temible que una niña pensando.

  Defensa Zapatista rompió el silencio:

  “Está bueno, entonces vamos a jugar y quien gane se queda con la mantecada”.

  Yo quise alegar que no tenía por qué jugar a nada apostando mi mantecada, porque era mía, mía de mí-me-conmigo, my tresaure, el producto de mi esfuerzo… (bueno, el esfuerzo había sido del compa Jacinto Canek, pero por solidaridad de género y en su representación, me tocaba a mí).

  Mientras construía el alegato de mi defensa, la ídem zapatista, añadió:

  “Y en honor del gato-perro aquí presente, el juego va a ser “gato”.  Quien gane, gana la mantecada”.

  Al escuchar eso, suspendí en la cabeza mi brillante disertación jurídico-gastronómica, y pregunté:
  “¿Gato?  ¿Ése que se juega con bolitas y cruces y gana el que hila una línea horizontal, vertical o diagonal?

  “Éste”, dijo la niña y trazó en su cuaderno la cruz de paralelas del “gato”, el juego de mi infancia que, al jugarlo unas veces, se adivinaba sin ganador.


  Si quien lee este cuento es de la llamada “generación digital”, le ahorro la consulta en wikipedia:


  “El tres en línea, también conocido como Ceros y Cruces, tres en raya (en Perú, España, Ecuador y Bolivia), juego del gato, Triqui (en Colombia), Cuadritos, Gato (en Chile y México),Triqui traka, Equis Cero, Tic-Tac-Toc (en Estados Unidos), es un juego de lápiz y papel entre dos jugadores: O y X, que marcan los espacios de un tablero de 3×3 alternadamente.”

  Yo hice con rapidez mis cálculos y aventuré:

  “¿Y si hay empate?

  Defensa Zapatista miró al gato-perro.  El gato-perro miró a Defensa Zapatista.  Esperanza miró a ambos.  Pablito y Amado miraron la mantecada.

  Después de unos segundos, el gato-perro ladró-maulló.  La niña Defensa, dirigiéndose al animalito, preguntó:

  “¿Estás seguro?

  El gato-perro resopló con aires de “no sé qué te hace dudar de mí”.

  La niña me dijo entonces: “si hay empate, la mantecada queda con quien la tenía al principio”.

  “O sea yo”, dije asegurándome de que no hubiera trampas jurídicas en el acuerdo.

  “”, dijo despreocupada Defensa Zapatista.

  “Bueno”, dije yo, saboreando de antemano por partida doble: el triunfo de género y la mantecada que no era cualquier mantecada, era la última mantecada en las montañas del sureste mexicano.

  “Entonces, ¿empiezas tú o yo?”, le pregunté a la niña mientras sacaba una hoja en blanco y mi plumón negro con tinta indeleble.

  “Yo no voy a jugar.  Reclamo juicio por combate.  Elijo al gato-perro aquí presente como mi campeón.  Él va a luchar en mi lugar”, respondió Cersei, perdón, Defensa Zapatista.

  “De acuerdo”, dije confiado.  Después de todo, eso me aliviaría de las críticas de género por haberle ganado a una niña, y el gato-perro, bueno, era un gato-perro, así que no había nada qué temer.

  El animalito se trepó de un salto a la mesa de madera, apartó con un ademán despectivo el papel y, con lo que yo creí era una sonrisa burlona, sacó sus uñas y, como un relámpago, trazó sobre la superficie de la mesa el campo de batalla.


  No es que yo me queje de que rasguñó la mesa, después de todo está llena de quemaduras y manchas de tabaco y tinta, pero me pareció algo, digamos, poco profesional por parte del gato-perro.


  Así las cosas, saqué mi navaja de montaña y desplegué su afilada hoja con un brillo maléfico en la mirada.

  En el relámpago de la hoja de metal, el universo entero pareció detenerse, como si su movimiento o inmovilidad futuros dependiera de lo que en esa vieja mesa de madera se dirimía: cara o cruz, vida o muerte, sombra o luz, mantecada o caos.

  Ok, exagero, pero el gato-perro y quien esto relata intercambiamos las mismas miradas que, por siglos, intercambian los contrincantes que saben que, en un enfrentamiento, no sólo se juegan la vida, sino el mañana entero.

  El gato-perro tendió la mano, bueno, la garra, como cediéndome el inicio, al menos así lo interpreté.

  Con decisión, emulando a Kasparov, tracé mi bolita en el centro.  Aunque yo sabía que el centro no conduce a nada, pensaba yo para mis adentros que, en este caso, un empate era una victoria, porque la mantecada permanecería con su legítimo dueño, es decir, con mi estómago.


El gato-perro, como si llamara a la Sexta de su lado, marcó abajo y a la izquierda.



Yo quise abreviar su sufrimiento y reiteré el centro, pero abajo, muy en la onda progresista.



El gato-perro, como era de esperarse, bloqueó sin miramientos arriba al centro, como queriendo decir que al centro de abajo siempre lo neutraliza el centro de arriba.



  Ataqué por el flanco izquierdo, queriendo sorprender al gato-perro, pero bloqueó de nuevo.



  Por último, previendo ya el empate, intenté la diagonal de arriba abajo, izquierda a derecha, como la socialdemocracia en decadencia.



Nuevo bloqueo del gato-perro.



 Terminé arriba a la derecha, ya por mero trámite porque el empate estaba a la vista y mi triunfo era ya inobjetable.



  Me disponía a guardar en el cajón la mantecada, cuando Defensa Zapatista alegó:


  “¡Un momento!  Le falta una tirada al gato-perro”.

  “Pero ya está lleno”, dije como protesta.

  El gato-perro sonrió con picardía y, con sus uñas más afiladas, trazó lo no previsto: como si un mundo nuevo dibujara, agregó extensión al diagrama:


  Y lentamente, con placer malsano, rasgó la cruz en la nueva casilla y os juro que la madera rechinó, lúgubre, cuando trazó la diagonal del triunfo.



  “¡Ganamos!”, gritó Defensa Zapatista y tomó la mantecada mientras el animalito daba brinquitos girando sobre sí mismo.


    Salieron corriendo, con Defensa Zapatista levantando al aire la mantecada como si una bandera universal ondeara.

  Antes de irse, Esperanza Zapatista, haciendo honor a su paradoja, se acercó y me palmeó en la espalda mientras me decía:

  “No preocupas Sup.  Yo luego te platico cómo sabía el pancito ése que te derrotó el gato-perro”.

  Se fue también la Esperanza y, con ella, mi última ídem.

  Mientras les miraba alejarse, pensé que ése es el problema con el zapatismo, créanme: si sus sueños y aspiraciones no caben en este mundo, imaginan otro nuevo… y sorprenden con sus empeños por lograrlo.

  Y no sólo con el zapatismo.

  En el planeta entero nacen y crecen rebeldías que se niegan a aceptar los límites de esquemas, reglas, leyes y preceptos.

  Porque no son sólo dos los géneros, ni siete los colores, ni los puntos cardinales son cuatro, ni uno el mundo.

  Así como Defensa Zapatista, el gato-perro y la pandilla formada por el Pedrito, el Pablito y el Amado, nosotras, nosotros, nosotroas sólo tenemos un objetivo: cuidar la Esperanza Zapatista.

  Si este mundo no da para eso, pues habrá que hacer otro, uno donde quepan muchos mundos.

  Con estos pensamientos, yo suspiré y le dije al espejo: “debiste haber compartido”.


-*-


Tan-tan.

Desde el caracol Torbellino de Nuestras Palabras, montañas del sureste mexicano, planeta tierra.

El SupGaleano.
9 de Agosto del 2018,
en el 15 aniversario de los caracoles zapatistas
y las Juntas de Buen Gobierno.

Fuente: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/08/26/la-ultima-mantecada-en-las-montanas-del-sureste-mexicano/

300. Tercera y última parte.

Imagen: https://pbs.twimg.com/card_img/1055356841822248962/Xzmz8Bum?format=jpg&name=600x314

:::::::::::::::::


300.

Tercera y última parte:

UN DESAFÍO, UNA AUTONOMÍA REAL, UNA RESPUESTA, VARIAS PROPUESTAS, Y ALGUNAS ANÉCDOTAS SOBRE EL NÚMERO “300”.

¿Qué sigue?

Remar contra corriente.  Nada nuevo para nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas.

  Nosotros queremos refrendar -lo consultamos con nuestros pueblos-: cualquier capataz va a ser enfrentado, cualquiera; y no sólo quien propone una buena administración y una correcta represión -o sea, este combate a la corrupción y el plan de seguridad basado en la impunidad-; también quienes detrás de sueños vanguardistas pretendan imponer su hegemonía y homogeneizarnos.

  No cambiaremos nuestra historia, nuestro dolor, nuestra rabia, nuestra lucha, por el conformismo progre y su caminar detrás del líder.

  Tal vez el resto lo olvide, pero nosotros no olvidamos que somos zapatistas.

  Y en y sobre nuestra autonomía -con esto que se está manejando de que sí se va a reconocer, o no se va a reconocer-, nosotros hicimos este razonamiento: la autonomía oficial y la autonomía real.  La oficial es la que reconozcan las leyes.  La lógica sería ésta: tienes una autonomía, ahora la reconozco en una ley y entonces tu autonomía empieza a depender de esa ley y ya no sigue sosteniendo sus formas, y luego, cuando va a haber un cambio de gobierno, entonces tienes que apoyar al gobierno “bueno”, y votar por él, promover el voto por él, porque si entra otro gobierno van a quitar la ley que te protege.  Entonces nos convertimos en los peones de los partidos políticos, como ha pasado con movimientos sociales en todo el mundo.  Ya no importa lo que se esté operando en la realidad, lo que se esté defendiendo, sino lo que la ley reconozca.  La lucha por la libertad se transforma así en la lucha por el reconocimiento legal de la lucha misma.

-*-

  Hablamos con nuestras jefas y jefes.  O más bien hablamos con los pueblos que nos dan el paso, el rumbo y el destino.  Con su mirada miramos lo que viene.

  Consultamos, y dijimos: bueno, si nosotros decimos esto ¿qué va a pasar?

  Nos vamos a quedar solos, nos van a decir que somos marginales, que estamos quedándonos fuera de la gran revolución… de la cuarta transformación o de la nueva religión (o como quieran llamarla), y vamos a tener que remar contra corriente otra vez.

  Pero no es nada nuevo, para nosotros y nosotras, eso de quedarnos solos.

  Y entonces nos preguntábamos, bueno, ¿tenemos miedo de esto de quedarnos solos?; ¿tenemos miedo de mantenernos en nuestras convicciones, de seguir luchando por ellas?; ¿tenemos miedo de que, quien estaba a favor, se ponga en contra?; ¿tenemos miedo de no rendirnos, de no vendernos, de no claudicar?; y finalmente concluimos: bueno pues nos estamos preguntando si es que tenemos miedo de ser zapatistas.

  No tenemos miedo de ser zapatistas y lo vamos a seguir siendo.

  Así fue que nos preguntamos y nos respondimos.

  Nosotros pensamos que junto con ustedes (las redes), con todo en contra, porque no tenían los medios, ni el consenso, ni la moda, ni la paga –ustedes tuvieron incluso que poner paga de su bolsillo-, que con todo eso, alrededor de un colectivo de originarios y de una mujer pequeña, chaparrita, ésa sí morena, del color de la tierra, denunciamos un sistema depredador y defendimos la convicción de una lucha.

  Y entonces estamos buscando a otras personas que no tengan miedo.  Así que les preguntamos a ustedes (las redes): ¿tienen miedo?

  Ahí lo vean pues, si sí tienen miedo, pues vamos a buscar en otro lado.

-*-

  Nosotros pensamos que debemos seguir del lado de los pueblos originarios.

  Tal vez algunas de las redes todavía piensan que estamos apoyando a los pueblos originarios.  Van a ver, conforme avance el tiempo, que va a ser al revés: nos van a apoyar con su experiencia y sus formas organizativas, o sea, vamos a aprender.  Porque si alguien hay experto en tormentas son los pueblos originarios, ya les han tirado de todo y ahí están, o aquí estamos, pues.

  Pero pensamos también -y les decimos claro, compañer@s- que no basta, que tenemos que incorporar a nuestro horizonte nuestras realidades con sus dolores y sus rabias, o sea, que tenemos que ir caminando hacia la siguiente etapa: la construcción de un Concejo que incorpore las luchas de todos los oprimidos, de los desechables, de las desaparecidas y asesinadas, de los presos políticos, de las mujeres agredidas, de la niñez prostituida, de los calendarios y geografías que trazan el mapa imposible para las leyes de probabilidad, las encuestas y las votaciones: el mapa contemporáneo de las rebeldías y las resistencias en todo el planeta.

  Si ustedes, junto con nosotros, vamos a desafiar la ley de probabilidad que dice que no hay ninguna chance, o muy pequeña, de que lo logremos, si vamos a desafiar las encuestas, los millones en las votaciones, y la numeralia que el Poder ofrezca para rendirnos o para desmayarnos, tenemos que hacer más grande el Concejo.

  Hasta ahora es sólo un pensamiento que expresamos aquí, pero queremos construir un Concejo que no absorba ni anule todas las diferencias, sino que las potencie en el andar con otroas, otros y otras que tengamos el mismo empeño.

  Con el mismo razonamiento, estos parámetros no debieran tener como límite la geografía impuesta por fronteras y banderas: debiera apuntar a hacerse internacional.

  Lo que estamos proponiendo es no sólo que el Concejo Indígena de Gobierno deje de ser sólo indígena, sino que también deje de ser nacional.

  Por lo tanto, nosotras, nosotros, nosotroas, como zapatistas que somos, proponemos que se lleve a consulta, además de todas las propuestas que se han vertido en este encuentro, lo siguiente:

1º.- Refrendar nuestro apoyo al Congreso Nacional Indígena y al Concejo Indígena de Gobierno.

2º.- Crear y mantener canales de comunicación abiertos y transparentes entre quienes nos conocimos en el andar del Concejo Indígena de Gobierno y su vocera.

3º.- Iniciar o continuar el análisis-valoración de la realidad en que nos movemos, haciendo y compartiendo dichos análisis y valoraciones, así como las propuestas de acción coordinadas que se deriven.

4º.- Proponemos el desdoblamiento de las Redes de Apoyo al CIG para, sin dejar el apoyo a los originarios, abrir ya el corazón a las rebeldías y resistencias que emergen y perseveran en donde cada quien se mueve, en el campo y la ciudad, sin importar las fronteras.

5º.- Iniciar o continuar la lucha que apunte a engrandecer las demandas y el carácter del Concejo Indígena de Gobierno, de modo que vaya más allá de los pueblos originarios e incorpore a trabajadores del campo y de la ciudad, y a l@s desechables que tienen historia y lucha propias, es decir, identidad.

6º.- Iniciar o continuar el análisis y discusión que apunte al nacimiento de una Coordinación o Federación de Redes, que evite el mando centralizado y vertical, y que no escatime el apoyo solidario y la hermandad entre quienes la forman.

7º y último.- Celebrar una reunión internacional de redes, como quiera que se llamen -nosotros proponemos que ahora nos llamemos Red de Resistencia y Rebeldía… y cada quien su nombre- en diciembre de este año, después de conocer y analizar y evaluar lo que decidan y propongan el Congreso Nacional Indígena y su Concejo Indígena de Gobierno (en su reunión de Octubre de este año), y también para conocer los resultados de la consulta a la que se llama en esta reunión -en la que estamos ahorita-.  Para esto ofrecemos, si les parece, espacio en alguno de los Caracoles Zapatistas.

  Nuestro llamado pues, no es sólo a los originarios, es a todoas, a todas y a todos quienes se rebelan y resisten en todos los rincones del mundo.  A quienes desafían los esquemas, las reglas, las leyes, los preceptos, los números y los porcentajes.

-*-



Anécdota uno.- En los primeros días de enero de 1994, la inteligencia del Ejército Federal estimaba la fuerza del autodenominado ezetaelene en “sólo” 300 transgresores de la ley.

Anécdota dos.- En el mismo año, y mientras Ernesto Zedillo Ponce de León y Esteban Moctezuma Barragán cocinaban la traición de febrero de 1995, el grupo Nexos (dedicado antes a cantar loas a Salinas de Gortari y después a Zedillo) se desesperaba y, en voz de Héctor Aguilar Camín, expresaba, palabras más, palabras menos: “¿Por qué no los aniquilan?  Sólo son 300”.

Anécdota tres.- Del informe de la mesa de registro en el Encuentro de Redes de Apoyo al CIG y su vocera, realizado en el caracol zapatista “Torbellino de Nuestras Palabras”, del 3 al 5 de agosto del 2018: “asistentes: 300”.

Anécdota cuatro: Ingresos de las 300 empresas más poderosas del planeta: ni idea, pero puede ser un 300, o cualquier número, seguido de un chingo de ceros, y luego “millones de dólares”.

Anécdota cinco.- Cantidades y porcentajes “alentadores”:

.- la diferencia cuantitativa entre 300 y 30, 113,483 (que son los votos que, según el INE, obtuvo el candidato AMLO) es: treinta millones, ciento trece mil, ciento ochenta y tres;

.- 300 es el 0.00099623 % de esos más de 30 millones;

.- 300 es el 0.00052993 % de los votos emitidos (56, 611,027);

.- 300 es el 0.00033583 % del padrón electoral (89, 332,032);

.- 300 es el 0.00022626 % del total de la población mexicana (132, 593,000, menos las 7 mujeres que, en promedio, son ultimadas diariamente –en la última década, en México y en promedio, una niña, jóvena, adulta o mujer de la tercera edad, fue asesinada cada 4 horas-);

.- 300 es el 0.00003012 % de la población del Continente Americano (996, 000,000 en 2017);

.- la probabilidad porcentual de destruir el sistema capitalista, es del 0.000003929141 %, que es el tanto por ciento de la población mundial (7, 635, 255,247 a las 19:54 hora nacional del 20 de agosto del 2018), que representan 300 (claro, si es que las supuestas 300 personas no se venden, no se rinden y no claudican).

  Oh, lo sé, ni la tortuga derrotando a Aquiles serviría de consuelo.

  ¿Y un caracol?…

  ¿La Bruja Escarlata?…

  ¿El gato-perro?…

  Deje usted eso, a nosotras, nosotros, zapatistas, lo que nos desvela no es el desafío que plantea esa ínfima probabilidad, sino cómo va a ser el mundo que siga; el que, sobre las cenizas aún humeantes del sistema, empiece a emerger.

  ¿Cuáles van a ser sus formas?

  ¿Se hablarán colores?

  ¿Cuál será su tema musical? (¿eh? ¿“la del moño colorado”?  Ni pensarlo).

  ¿Cuál será la formación del equipo, completado al fin, de Defensa Zapatista?  ¿Podrá alinear el osito de peluche de Esperanza Zapatista, haciendo mancuerna con el Pedrito?  ¿Le permitirán al Pablito portar su sombrero vaquero y al Amado Zapatista su casco de estambre?  ¿Por qué ese maldito árbitro no marca el claro fuera de lugar del Gato-perro?

  Y, sobre todo, y eso es fundamental, ¿cómo se va a bailar ese mundo?

  Por eso, cuando a nosotras, nosotros, zapatistas, nos preguntan “¿qué sigue?”… pues, ¿cómo le diré?… no respondemos luego, sino que tardamos en responder.

  Porque, viera usted, bailar un mundo da menos problemas que imaginárselo.

Anécdota seis.- Ah, ¿usted pensó que lo de “300” era por el filme del mismo nombre y por la batalla de las Termópilas, y ya se preparaba, vestid@ como Leónidas o como Gorgo (cada quien su modo), para gritar “¡Esto es Esparta!” mientras diezma las tropas de los “Inmortales” del rey persa Jerjes?  ¿No le digo?  Est@s zapatistas, como de costumbre, viendo otra película.  O peor aún, mirando y analizando la realidad.  Ni modos.

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  Es todo…por ahora.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.


Subcomandante Insurgente Moisés.                     Subcomandante Insurgente Galeano.

México, agosto del 2018.

FUENTE: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/08/22/300-tercera-y-ultima-parte-un-desafio-una-autonomia-real-una-respuesta-varias-propuestas-y-algunas-anecdotas-sobre-el-numero-300-subcomandante-insurgente-moises-supgaleano/

300. Segunda parte

Imagen: https://pbs.twimg.com/card_img/1054951885856227328/VcUmsKKr?format=jpg&name=600x314

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300.

Segunda parte:

UN CONTINENTE COMO PATIO TRASERO, UN PAÍS COMO CEMENTERIO, UN PENSAMIENTO ÚNICO COMO PROGRAMA DE GOBIERNO, Y UNA PEQUEÑA, MUY PEQUEÑA, PEQUEÑÍSIMA REBELDÍA.

  Del mundo bajamos al continente.

  Si miramos hacia arriba…

  Vemos los ejemplos de Ecuador, Brasil y Argentina, donde no sólo desplazan a los gobiernos supuestamente progresistas, sino que también los persiguen jurídicamente y, en su lugar, ascienden gobiernos entrenados como buenos capataces, o capataces obedientes al capital (aunque, seamos justos, son bastante torpes aún en su cinismo) para el nuevo reacomodo de la finca mundial, que son como Temer en Brasil, Macri en Argentina y en Ecuador, el que era bueno porque lo puso el ahora perseguido Correa (el de la “revolución ciudadana” –“de izquierda”, así lo vendió la intelectualidad progresista-) y ahora resulta que es de derecha, que es Lenin Moreno -paradójicamente se llama
Lenin-.

  Bajo la vigilancia del Estado que se ha convertido en el policía de la región -Colombia-, y desde el cual se amenaza, se desestabiliza y se planean provocaciones que justifiquen invasiones de “fuerzas de paz”, en toda Sudamérica se vuelve a los brutales tiempos de la Colonia, ahora con el “nuevo” extractivismo, que no es sino el ancestral saqueo de recursos naturales, tipificados como “materias primas”, y que, en los gobiernos progresistas de la región, se avala y promueve como un “extractivismo de izquierda” -que viene siendo algo así como un capitalismo de izquierda o una izquierda capitalista o a saber qué quiere decir eso-, pero igual destruyen y despojan, sólo que es por una “buena causa” (¿?).  Cualquier crítica o movimiento opositor a la destrucción de los territorios de los originarios es catalogada como “promovida por el Imperio”, “de aliento derechista”, y demás equivalentes a “es un complot de la mafia del Poder”.

  En suma, en el continente, el “patio trasero” del Capital se extiende hasta el Cabo de Hornos.

  Pero si miramos hacia abajo…

  Vemos rebeldías y resistencias, en primer término, de los pueblos originarios.  Sería injusto nombrarlos a todos, pues siempre se correría el riesgo de omitir algunos.  Pero su identidad resalta en su lucha.  Ahí donde la máquina encuentra resistencia a su avance depredador, la rebeldía se viste de colores nuevos de tan antiguos y habla lenguas “extrañas”.  El despojo, también disfrazado de renta de la tierra, trata de imponer su lógica mercantil a quienes se refieren a la tierra como la madre.

  Estas resistencias son acompañadas por grupos, colectivos y organizaciones que, sin ser propiamente de los originarios, comparten con ellos empeño y destino, es decir, corazón.  Por ello sufren calumnias, persecuciones, encarcelamientos y, no pocas veces, la muerte.

  Para la máquina, los originarios son cosas, incapaces de pensar, sentir y decidir; así que no es ajena a su lógica automatizada el pensar que estos grupos en realidad “dirigen”, “usan” y “mal orientan” a esas “cosas” (los originarios) que se niegan a abrazar la idea de que todo es una mercancía.  Todo, incluyendo su historia, lengua, cultura.

  Para el sistema, el destino de los originarios está en los museos, las especialidades de antropología, los mercados de artesanías, y la imagen de la mano tendida esperando limosna.  Debe ser desesperante, para los teóricos y abogados de la máquina, ese analfabetismo que no entiende las palabras: “consumo”, “ganancia”, “progreso”, “orden”, “modernidad”, “conformismo”, “compra-venta”, “rendición”, “claudicación”.  Para alfabetizar a esos remisos de la civilización, son buenos los programas asistenciales que dividen y confrontan, los barrotes de la cárcel, el plomo y la desaparición.  Y sí, hay quien se vende y entrega a los suyos al verdugo, pero hay comunidades que se mantienen rebeldes porque saben que nacieron para la vida, y que las promesas de “progreso” esconden la muerte peor: la del olvido.

  Seguimos a Centroamérica (donde en Nicaragua se reedita Shakespeare, y la pareja Macbeth, Daniel y Rosario, se preguntan “¿Quién se iba a imaginar que el viejo (Sandino) tuviera tanta sangre en el cuerpo?” mientras intentan, en vano, limpiarse las manos en una bandera rojinegra), que se empieza a transformar, de un territorio olvidado (después de un saqueo despiadado), en un problema para el gran capital porque es un gran proveedor, y trampolín, de migrantes; y eso le va a asignar a México, y en concreto al sureste mexicano, el papel de muro.

  Y decidimos incluir a México en Centroamérica porque su historia lo llama a la América Latina y, aún en los mapamundis, Centroamérica es el brazo que se extienden quienes son hermanados por el dolor y la rabia.

  Pero a los gobiernos distintos que ha padecido y padecerá este país, y a su clase política, la vocación extranjera les lleva a admirar, imitar, servir y procurar “la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia” (José Martí, “Carta a Manuel Mercado”, 18 de mayo de 1895).

  Cuando Donald Trump dice que quiere construir el muro, todos están pensando en el Río Bravo, pero el capital está pensando en el Suchiate, el Usumancita y el Hondo.  En realidad el muro estará en México para detener a los que vienen de Centroamérica y esto tal vez pueda ayudar a entender por qué Donald Trump, el 1 de julio, saludó al Juanito Trump, que había ganado las elecciones en México.

  El sentido de un muro lo da su contraposición a “algo”.  Todos los muros se erigen contra ese “algo”; llámense zombis, extraterrestres, delincuentes, indocumentados, migrantes, “sans papiers”, ilegales, clandestinos, ajenos.  Los muros no son sino el símil de la puerta y las ventanas cerradas de una casa, que así se protege del extranjero, del extraño, del Alien que, en su diferencia lleva la promesa del apocalipsis final.  Una de las raíces de la palabra “etnia” la remite a “la gente extranjera”.

  En los planes del capital, el muro contra América Latina tendrá la forma del imposible cuerno de la abundancia y se llamará “México”.

  En la región sureste, como ya dijimos, se construye la primera etapa del muro de Trump.  La oficina “nacional” de Migración se seguirá comportando como subordinada de la Border Patrol; y Guatemala y Belice son la última estación antes de ingresar a la aduana de Norteamérica.  Esto convierte al sureste mexicano en una de las prioridades de conquista y administración.

  Por eso, en los nuevos planes “geopolíticos”, se ofrece crear un “colchón”, un “amortiguador”, un filtro que reduzca drásticamente la migración.  Se ofrece, así, un placebo para aliviar la pesadilla del capital: una horda de zombis (es decir, de migrantes) al pie de sus muros, amenazando sus formas de vida y “rayando”, en la indiferente superficie de hierro y concreto, el grafiti que señala:

“Tu bienestar está construido sobre mi desgracia”.

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  En este país, llamado también “República Mexicana”, las pasadas elecciones federales consiguieron ocultar la realidad… por un instante: la crisis económica, la descomposición social (con su larga cauda de feminicidios), y la consolidación (a pesar de los supuestos “golpes mortales” al narco) de los Estados paralelos (o imbricados con el Nacional) del llamado “crimen organizado”.  Aunque por poco tiempo, los asesinatos, secuestros y desapariciones de mujeres de todas las edades, pasaron a segundo plano.  Lo mismo con la carestía y el desempleo.  Pero, apagándose ya el entusiasmo por el resultado electoral, la realidad vuelve a decir “aquí estoy, falta mi voto… y mi guadaña”.

  Sobre el horror que ha convertido a México en un cementerio y en el limbo, el no-lugar, de las desapariciones, no diremos mucho.  Bastaría atender a los medios para darse una vaga idea.  Pero una descripción, análisis y valoración más profunda, se puede encontrar en las participaciones de Jacobo Dayán, Mónica Meltis, Irene Tello Arista, Daniela Rea, Marcela Turati, Ximena Antillón, Mariana Mora, Edith Escareño, Mauricio González González y John Gibler, en el semillero de abril de este año, “Miradas, Escuchas, Palabras; ¿Prohibido Pensar?”, en el CIDECI de San Cristóbal de las Casas, Chiapas; y en sus escritos, crónicas, reportajes y columnas.  Y aun así, leer o escuchar sobre el horror cotidiano, es muy lejano a vivirlo como cotidianeidad.

  Al gran capital no le importan las desapariciones, los secuestros y los feminicidios.  Lo que le preocupa es SU seguridad y la de SUS programas.  La corrupción que le incomoda es la que recorta su ganancia.  Por esto es que se le propone “Yo voy a hacer un buen capataz, voy a tener a la peonada tranquila y contenta, vas a volver a tener la seguridad que los gobiernos pasados te escatimaron, vas a poder sacar lo que quieres sacar, y no te voy a robar nada”.

  Al sistema le sigue estorbando una cosa que es el Estado Nacional y le va a asignar cada vez más la única función para la que nace cualquier Estado, es decir, asegurar por medio de la fuerza, la relación entre dominadores y dominados.

  Los planes de desarrollo de los nuevos gobiernos en cualquier parte del mundo no son sino declaraciones de guerra particulares en los territorios donde esos planes de desarrollo se van a operar.

  Si se hablara sin palabrería hueca, se diría que se propone construir páramos y desiertos, y, al mismo tiempo, se construye ya la coartada para eludir la responsabilidad de esa destrucción: “te aniquilamos, pero fue por el bien de todos”.

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  Me equivoqué.  Nosotros habíamos previsto que iba a haber un fraude electoral (y lo hubo, pero en otro sentido).  Habíamos previsto que López Obrador iba a ganar, pero que el sistema le iba a escatimar el triunfo con trampas.  Y estábamos pensando en cuáles eran las opciones del sistema después de ese fraude.  Según nuestro análisis, no les preocupaba un escándalo porque ya habían soportado el de la Casa Blanca, Ayotzinapa, la Estafa Maestra, las corrupciones en los gobiernos de los estados, y entonces en caso de que se hiciera un escándalo por un fraude, a Peña Nieto ni le iba ni le venía.  Pensamos que el dilema del sistema era elegir entre Meade y Anaya, elegir cuál era más de derecha, más eficaz para sus planes, quién de ellos sería un mejor capataz.

  Las posibilidades de una resistencia sostenida y radical del entonces candidato que iba a ser defraudado eran mínimas, entonces no iba a pasar nada de peligro para el sistema, pero sí iba a haber protestas.  Es la disculpa que les presento, porque pensando en eso es que retrasamos la convocatoria a las redes, porque creímos que iba a haber protestas, bloqueos y todo eso, y si los invitábamos a lo mejor se quedaban atorados en cualquier parte; por eso les llegó tarde la convocatoria, disculpen.

  Nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, siempre nos preparamos para lo peor.  Si ocurre, estábamos preparados.  Si no ocurre, pues igual estábamos preparados.

  Entonces nosotros pensamos ahora, por lo que estamos viendo, que no nos equivocamos, que en efecto el sistema escogió, de entre los cuatro candidatos al que se propone como más eficiente, el señor López Obrador.   Y las pruebas de amor que dio el señor López Obrador, o que está dando este señor, para el gran capital, o sea para el finquero, son, entre otros, la entrega de los territorios de los pueblos originarios.  Sus proyectos para el sureste, por mencionar algunos, para el Istmo, para Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche, son, en realidad, proyectos de despojo.

  Y lo principal que le preocupa a un gobierno que sale es la impunidad, no sus índices de popularidad.  Entonces el “voto” gubernamental debía orientarse a quien le garantizara el no ser perseguido.  Que el exilio o la cárcel no fueran el siempre necesario recurso de la legitimidad para el nuevo.  El nuevo capataz debía prometer (y probar) que no criminalizaría al capataz pasado.

  Pero no crean que el nuevo gobierno va a ser como cualquier otro capataz, con él viene el “nuevo” pensamiento único.

  Hay una especie de nueva religión que se está gestando.  Como que ya no basta la religión del mercado, que aparece en todos los lugares donde los gobiernos de derecha empiezan a hacerse del poder, sino que es como una especie de nueva moral que se impone con el argumento cuantitativo y que ataca el quehacer científico, el arte y la lucha social.

  Ya las luchas no son por una demanda, sino que hay luchas buenas y hay luchas malas.  Para ponerlo en un lenguaje que entiendan: están las luchas buenas y están las luchas que sirven a la mafia del poder, el arte “bueno” y el que sirva a la mafia del poder, el quehacer científico “correcto” y el que sirva a la mafia del poder.  Todo lo que no se guíe por el nuevo pensamiento único que se está normando, es parte del enemigo.  Y la fe, o la nueva fe que se está gestando ahora, necesitan de un individuo excepcional, por un lado, y una masa que lo siga.

  Esto ha pasado en otras partes de la historia mundial, y ahora va a empezar a pasar acá.  Por eso, a las críticas y señalamientos que hagan ustedes, o que hagamos nosotros, no se responde con argumentos sino se dice, por ejemplo, que somos groseros o que es que tenemos envidia.

  No dudamos de que haya gente que, honestamente, haya pensado que el cambio prometido, además de barato (sólo había que cruzar una boleta), apuntaría a un cambio real o “verdadero”.  Debe dar bronca que, en el panorama de allá arriba, se repitan los nombres de los criminales de antes, aunque hayan cambiado a guinda su color.

  Pero la vocación de derechas del nuevo equipo de gobierno es innegable.  Y su entorno “intelectual” y social reivindica sin rubor su tendencia autoritaria.  El guión que señalamos hace 13 años, en 2005, se está siguiendo al pie de la letra.  Quien fue ruin en la derrota, es ruin en la victoria.  Decir que el próximo gobierno es de izquierda o progresista, no es sino una calumnia.  Usamos entonces el símil del huevo de la serpiente.  Hay una película que se llama así, de Ingmar Bergman, y hay una parte donde un doctor (que, por cierto, lo interpretaba el actor de Kung Fu, David Carradine) explica que lo que está pasando en Alemania en ese entonces -que luego va a hacerse fascista- se puede ver como el huevo de una serpiente, que si lo ves a contraluz, se ve adentro lo que trae, y en ese entonces se estaba viendo adentro lo que ahora está pasando.

  Ustedes saben que todo el esfuerzo del Partido Movimiento de Regeneración Nacional, y de López Obrador y su equipo, desde el 1º de julio, es por congraciarse con la clase dominante y con el gran capital.   No hay ningún indicio (nadie se puede llamar a engaño), ningún indicio que diga que es un gobierno progresista, ninguno.  Sus principales proyectos van a destruir los territorios de los pueblos originarios: el millón de hectáreas en la Lacandona, el Tren Maya, o el corredor del Istmo que quieren hacer, entre otros.  Su franca empatía con el gobierno de Donald Trump es ya una confesión pública.  Su “luna de miel” con los empresarios y los grandes capitales está representada en los principales puestos de su gabinete y en sus planes para la “IV transformación”.

  Creemos que es claro que el beneplácito del Poder, del Dinero al “triunfo” de López Obrador, fue más allá del reconocimiento.  En el gran capital hay un verdadero entusiasmo por las oportunidades de conquista que se presentan con el programa de gobierno lopezobradorista.

  Tenemos algunos datos duros y muchos chismes (no se pueden comprobar) sobre lo sucedido en el pasado proceso electoral.  No los damos a conocer porque de ellos se podría deducir que hubo un fraude, y nada más alejado de nuestras intenciones que el intentar agriar la euforia que invade a los “30 millones”.

  Pero lo que nadie quiere señalar es que hubo una especie de “madruguete mediático”, tal y como sucedió en las anteriores elecciones: la de Calderón y la de Peña Nieto.  Es decir, no fueron “las instituciones” quienes dijeron quién ganó, sino los medios.  Cuando el Programa de Resultados Preliminares Electorales (PREP) apenas iniciaba, Televisa y TvAzteca ya decían quién era el ganador; unos minutos después, con menos del 1% de los votos contabilizados, el aval de Meade, de Anaya y de la Calderona.  Pasadas unas horas, el “camarada” Trump se congratula, y en la madrugada del día 2, el ya nombrable, Carlos Salinas de Gortari, se suma a las felicitaciones.  Sin conocerse los resultados oficiales, inicia el besamanos que el PRI convirtió en patrimonio nacional.  ¿Y el INE?  Pues cumpliendo la función para la que fue creado: ser el Patiño de la “democracia electoral”.  Las “instituciones” responsables del proceso se limitaron a seguir el alud mediático.

  La intelectualidad progresista que, en caso de que no fuera su líder, hubiera denunciado lo ocurrido como un “golpe de Estado mediático”, ahora suscribe, sin rubor alguno, el “haiga sido como haiga sido”: “ganamos, ya no importa cómo”.  El asunto es que todo parece indicar que el resultado fue negociado y acordado fuera de las urnas y del calendario electoral.  Pero ya nada de eso importa, el gran elector decretó: “Habemus Capataz, a seguir con los negocios”.

  Este nuevo pensamiento único va a suplir el argumento de la razón, por el argumento cuantitativo: “30 millones no pueden equivocarse”, que fue el que usó el padre no me acuerdo cómo se llama, ¿Solalinde?, ése (perdón, es que nunca lo pronuncio bien y el SubMoy siempre me está corrigiendo), y que se está usando a cada rato: “¿por qué se oponen a 30 millones?  Ustedes son apenas 300 personas y además son sucias, feas, malas y groseras”.  Bueno, hablan de ustedes (las redes), yo sólo soy grosero.

 Con esta nueva forma de fe (frente a ella, nosotros estamos insistiendo que falta el voto que vale, que es el voto de la realidad), es como se empieza a imponer en el imaginario colectivo la razón de la cantidad sobre el análisis y la razón argumentada.

  Y la historia se empieza a reescribir para convertirse en la nueva Historia oficial.  En ella, todos los movimientos sociales y políticos del pasado en realidad apuntaban a llevar a la presidencia a López Obrador.  Ya leímos que el movimiento del 68 no fue sino el antecedente del “fin de los tiempos”, 50 años después.  Ya leímos que se purifica a Manuel Bartlett y a criminales semejantes porque están del lado del ganador.  Ya leímos que Alfonso Romo es un empresario “honesto” que sólo tiene interés en mejorar a su prójimo.

  Ya leímos que, quienes ayer eran del PRI, del PAN, del PRD, del Verde Ecologista, o que se foguearon como militantes en la farándula, ahora son preclaros líderes de la IV transformación.  Y ya leímos también que ¡el alzamiento zapatista de 1994 fue el preludio del alzamiento “ciudadano” de 2018!  Y el líder ya indicó que se hagan elaboraciones teóricas sobre su ascenso al Poder.  No falta mucho para que los historiadores afines, modifiquen los libros de texto de historia.

 Advertimos que viene un alud, un tsunami, de análisis frívolos y chabacanos, de nuevas religiones laicas, de profetas menores -muy menores-, porque tienen la plataforma para hacer eso.  Habrá muchos sapos para quien quiera tragarlos.  Y. puesto que hablamos de neo religión, las ruedas de molino se democratizarán para que todos puedan comulgar.

  Aparecerán los nuevos “boy scouts”, los niños exploradores dispuestos a hacer el bien, aunque mirando bien a quién.

  Los “representantes de los ciudadanos” promoviendo la ciudadanización: lo que quieren los “autóctonos” (me cae que así nos dicen) es ser como quien los despoja.  Ser “iguales”, así sea en la fugaz temporalidad de la urna, y “libres” a la hora de firmar la concesión para la mina-hotel-vía férrea, el contrato de “empleo”, los pagos a plazos, el “apoyo firme a nuestro presidente”, la solicitud de “apoyo gubernamental”.

  Habrá un auge previsible de la gestoría pero, en lugar de recursos, tendrán interlocución.  Y eso vale, aunque no haya paga.  Porque el modelo de “ventanillas” se descentralizará.  Ya no se tendrá que ir a un edificio, formarse y darse cuenta, después de una larga fila, de que faltó la copia rosa.  Ahora la ventanilla irá a su lugar: “pida, nosotros vamos; como comprobante recibirá usted una promesa”.

  Si hay quien nada tiene, es probable que tenga la esperanza.  Los nuevos timadores se encargarán de administrar esa esperanza, de dosificar su aliento y de convertirla en la quimera que consuela pero no resuelve.

  Se reciclará el argumento que se usa en cierto sector de la lucha social, que dice que no es posible cambiar el sistema, que lo que hay que hacer es administrar o limar sus filos para que no lastimen mucho, o sea, que podemos convertirlos en buenos capataces, incluso llegar a crear un buen capitalismo, y que es posible cambiar al sistema desde dentro.

  Ya se adivina la figura a través del cascarón: se demanda la claudicación de la razón y el pensamiento crítico; el enaltecimiento del nacionalismo con base al autoritarismo “bueno”; la persecución de lo diferente; la legitimidad ganada por griterío; la neo religión laica; la unanimidad impuesta; la claudicación de la crítica; y el nuevo lema nacional: “Prohibido Pensar”.  En suma: la hegemonía y la homogeneidad que sustentan los fascismos que se niegan a reconocerse como tales.

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  ¿Son conceptos que permiten entender (y actuar) los que se presentan a la mano?  ¿Términos como “ciudadanía”, “juventud”, “mujeres”, “progreso”, “desarrollo”, “modernidad”, “democracia electoral” como sinónimo de democracia?

  El término “ciudadano” no sirve como concepto para entender lo que sucede: “Ciudadano” es Carlos Slim, como lo es el campesino despojado por el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.  Lo es Ricardo Salinas Pliego, y quien vive en la calle después del terremoto de septiembre del 2017.  Lo es Alfonso Romo, y los miembros de la comunidad tzeltal que serán despojados de sus tierras para que pase un tren en el que los turistas se tomen “selfies”.

  Otro: “juventud”.  “Jóvenes” son las hijas de Peña Nieto, y las trabajadoras y estudiantes asesinadas.

  Otro: “mujeres”.  “Mujeres” son la Aramburuzavala, la Gonda, la Sánchez Cordero, la González Blanco Ortiz Mena, la Merkel y la May, y lo son las asesinadas de Ciudad Juárez, las violadas en cualquier rincón del mundo, las golpeadas, las explotadas, las perseguidas, las encarceladas, las desaparecidas.

  Todos los conceptos que eliminen la división o que no ayuden a entender una división de clase entre dominadores y dominados, son un engaño y permiten que convivan, en uno, unos y otros.  Esta transversalidad -que le dicen- entre el capital y el trabajo, no sirve para nada, no explica nada y lleva a una convivencia perversa entre explotador y explotado y, por un momento, parece que son lo mismo aunque no sea así.

  Viene también ese intento de volver al sistema de antes, ese salto imposible hacia atrás al “Estado de Bienestar”, al “Estado Benefactor” de Keynes, al viejo PRI (por eso alguien bromeaba que la primera transformación fue PNR; luego la segunda fue PRM; la tercera fue PRI, y ahora la cuarta transformación es PRIMOR).

  Y con eso viene la añeja discusión entre reforma y revolución.  Los “debates” entre los “radicales” que pugnaban por la revolución, y los “fresas” que estaban por un cambio gradual, por las reformas paulatinas hasta llegar al reino de la felicidad.  Esas discusiones se daban antes en los cafés.  Las ágoras de ahora son las redes sociales y se puede seguir ese ejercicio de autoerotismo en los “influencers” (o como se diga).

  Nosotros pensamos que ni siquiera es necesario discutir eso, porque la reforma no es posible ya; lo que destruyó el capitalismo ya no es salvable, ya no puede haber un capitalismo bueno (pensamos que nunca ha existido esa posibilidad), tenemos que destruirlo totalmente.

  Y parafraseando lo dicho por las zapatistas en el Encuentro de Mujeres que Luchan: no basta con prenderle fuego al sistema: hay que estar pendientes de que se consuma totalmente y sólo queden cenizas.


  De esto ya hablaremos en otra ocasión.  Por ahora sólo queremos señalar que la contrarrevolución social sí es posible  No sólo es posible, sino que va a acechar continuamente, porque van a tratar de aniquilar toda lucha externa a este proceso de domesticación que va a seguir  Va a tratar de ser arrasada, sobre todo con violencia.

  No sólo en marginación, no sólo en calumnias, sino que va a incluir los ataques paramilitares, militares, policiacos.

  Para todo aquel que desafíe estas reglas nuevas -que en realidad son las viejas- no va a haber amnistía, ni perdón, ni absolución, ni abrazos, ni fotos; va a haber la muerte y la destrucción.

  La lucha contra la corrupción (que no es otra cosa que la lucha por una buena administración del dominio) no sólo no incluye la lucha por la libertad y la justicia, sino que se le contrapone, porque con la coartada de la lucha contra la corrupción se pugna por un aparato de Estado más eficiente en la casi única función que detenta el Estado Nacional: la represión.  Pronto, ni ésa.

  El gobierno dejará de ser el capataz ladrón que se queda con varias vaquillas y toretes que no reporta al finquero.  El nuevo capataz no robará, le entregará al patrón la ganancia íntegra.

  Quieren devolverle al Estado Nacional, en este caso México, sus funciones reales.  Es decir, cuando se habla de que se necesita la seguridad, es la seguridad del capital; es la implantación y el perfeccionamiento de un nuevo estado policial: “voy a hacer bien las cosas porque voy a vigilar todo”.  La seguridad reclamada por la “ciudadanización” es, en los hechos, la reimplantación de un sistema policíaco, un muro modernizado y profesionalizado que sepa distinguir entre “los buenos” y “los malos”.

   Se profesionalizará la policía de la ciudad del Capital.  Ahí se reducirá el índice criminal y habrá policías “bell@s” que ayudarán a l@s ancian@s a cruzar la calle, buscarán a las mascotas extraviadas y verán que el tráfico sea amable para quien importa: los automóviles.

  Afuera, en la periferia, seguirá adelante el contubernio entre quien debe prevenir y perseguir el delito, y quien lo comete.  Pero, en compensación, se fomentará el turismo extremo: en la ciudad del Capital se organizarán “tours” y “safaris” para conocer esas raras creaturas que habitan las sombras; los turistas podrán tomarse una “selfie” con el joven detenido-golpeado-asesinado, con su sangre confundiendo los colores de los tatuajes, matando el brillo de los piercings y estoperoles, manchando el verde-morado-azul-rojo-naranja del cabello.  ¿Quién era?  ¿A quién le importa?  En una “selfie” todo lo que no sea el “yo” es pura escenografía, una anécdota, una emoción “fuerte” para lucir en el feis, en instagram, los chats, las autobiografías.  Y, en el altavoz del vehículo blindado, la guía de turistas, amable, advierte: “les recordamos que el consumo de tacos, tortas y demás garnachas son por su cuenta y riesgo; la empresa no se hace responsable de indigestiones, gastritis e infecciones estomacales.  Para quienes bajaron, aquí tenemos gel antibacterial”.

  El nuevo gobierno promete recuperar el monopolio del uso de la fuerza (que le fue arrebatada por el llamado “crimen organizado”).  Pero ya no sólo con las policías y ejércitos tradicionales.  También con los “nuevos” vigilantes: las nuevas camisas “pardas” o guindas, en las que se van a convertir los feligreses de la nueva religión laica; la masa que va a estar atacando a los movimientos sociales que no se domestiquen.  Los reciclados “batallones rojos” (ahora “guindas”, por la IV transformación) que habrán de completar la “limpieza” de suci@s, fe@s, mal@s y groser@s, y todo aquel que se resista al orden, el progreso y el desarrollo.

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  Entonces seguimos bajando, pues, a ver cómo están resistiendo (junto a otras organizaciones, grupos y colectivos), nuestras comunidades, -ahorita aquí con nosotros está parte de la dirección colectiva del EZLN, 90 comandantas y comandantes, son más pero son los que nos están acompañando esta vez para honrar la visita de ustedes (las redes)-.

  Nosotros seguimos caminando con dos pies: la rebeldía y la resistencia, el no y el sí; el no al sistema y el sí a nuestra autonomía, que quiere decir que tenemos que construir nuestro propio camino hacia la vida.  El nuestro está basado en algunas de las raíces de las comunidades originarias (o indígenas): el colectivo, el apoyo mutuo y solidario, el apego a la tierra, el cultivo de las artes y las ciencias, y la vigilancia constante contra la acumulación de riqueza.  Eso, y las ciencias y las artes, son nuestra guía.  Es nuestro “modo”, pero pensamos que en otras historias e identidades, es diferente.  Por eso nosotros decimos el zapatismo no se puede exportar, ni siquiera en el territorio de Chiapas, sino que cada calendario y geografía tiene que seguir con su propia lógica.

  Los resultados de nuestro caminar están a la vista de quien quiera mirar, analizar y criticar.  Aunque, claro, nuestra rebeldía es tan, pero tan pequeña, que se necesitaría un microscopio o, mejor aún, un periscopio invertido para detectarla.

  Y tampoco es un ejercicio muy alentador: nuestras posibilidades son mínimas.

  No llegamos, ni de lejos, a los 30 millones.

  Tal vez sólo seamos 300.

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(Continuará…)

FUENTE: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/08/21/300-segunda-parte-un-continente-como-patio-trasero-un-pais-como-cementerio-un-pensamiento-unico-como-programa-de-gobierno-y-una-pequena-muy-pequena-pequenisima-rebeldia-subcomandante-insurgent/