domingo, 30 de diciembre de 2012

Carta a Luis Héctor Álvarez Álvarez

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
MÉXICO.
Noviembre – diciembre del 2012.

“Casi todos los hombres prefieren negar la verdad
antes que enfrentarse a ella.”
Tyrion Lannister a Jon Snow.
“Si no tiene nada que temer, un cobarde no se distingue en nada de un valiente.
Y todos cumplimos con nuestro deber cuando no nos cuesta nada. En esos momentos,
seguir el sendero del honor nos parece muy sencillo. Pero en la vida de todo hombre,
tarde o temprano, llega un día en que no es sencillo, en que hay que elegir.”


Maestre Aemon Targaryen a Jon Snow.
Para: Luis Héctor Álvarez Álvarez.
En algún lugar de México (eso espero).

De: Subcomandante Insurgente Marcos.
Chiapas, México.

Señor Álvarez…

Errr… Permítame un momento, señor Álvarez, esta parte es para explicar un poco de dónde vienen los epígrafes:

Las citas son del libro:
 Canción de Hielo y Fuego. Tomo I: Juego de Tronos. 1996. George R.R. Martin. La serie televisiva Games of Thrones, que toma su nombre del primer tomo de la saga, no está nada mal (Peter Hayden Dinklage, quien da imagen y voz a Tyrion Lannister, sobresale, paradójicamente, por encima de los demás actores y actrices; Jon Snow es interpretado por Kit Harington, y el Maestre Aemon Targaryen por Peter Vaughan) y las 2 primeras temporadas se pueden conseguir a módico precio con su peliculero favorito (diga sí a la piratería).
El dvd que vi fue obsequio involuntario del comercio informal en Eje Central, México D.F., (es decir, alguien lo compró ahí y me lo mandó)… ups, el gobierno de “izquierda” del DF me va a aplicar el artículo 362, porque, acéptenlo, da para todo (serían la envidia de Gustavo Díaz Ordaz… oh, oh, ese artículo fue propuesto en 2002 por el entonces jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, y aprobado por la ALDF de mayoría perredista… mmh… esta parte no la pongan… no vayan a decir que estoy al servicio de la derecha… ya ven que siempre me ha preocupado en extremo lo que se diga de mí.)

Un poco pixeleada la imagen, pero se ve y se escucha bien. Buen precio, me dicen; en todo caso, más barato que pagar HBO, y sin la ansiedad de tener que esperar a la siguiente semana para saber qué pasó con el pequeño Bran (Isaac Hempstead Wright), o con la deslumbrante Daenerys Targaryen (Emilia Clarke).

Sin embargo yo les recomendaría también leer los libros -sí, ya sé que la moda sexenal no es leer libros y que es más barato el gel para el cabello-, pero una ventaja es que se pueden tomar un curso de filosofía práctica (ah, las paradojas) con los diálogos de Tyrion Lannister (quien, según me dicen, es una proyección literaria del señor George R. R. Martin). Otra ventaja es que pueden “spoilear” (o como se diga) a mansalva en sus blogs favoritos. Aunque se ganarán la enemistad de much@s, sus puntos (manque negativos) por postear subirán apreciablemente. Eso sí, no abusen, porque si se les ocurre decir que en “Danza de Dragones”… ok… ok…ok… me callo… diga no al spoil.

De nada.
Atentamente:
Marquitos Spoil.

Ahora sí:

Señor Álvarez Álvarez:

La presente no es sólo para reafirmar lo que el silencio multitudinario del 21 de diciembre le debe haber dejado claro a usted, a la clase política y al gobierno de Acción Nacional, en general, y a Felipe Calderón Hinojosa en particular:

Fracasaron.

Oh, no hay drama. Ya otros gobiernos lo habían intentado antes… y lo seguirán intentando.
Pero, señor Álvarez, su fracaso no debe buscarlo en nosotros, ni siquiera en el poco profesionalismo de su nada inteligente servicio de inteligencia (aunque ahora sabe que fueron y son unos sinvergüenzas). ¿A quién se le ocurre que un zapatista, cualquiera de nosotros, acudiría a un gobierno de criminales para pedir ayuda si estuviera enfermo? ¿Quién puede pensar racionalmente que los zapatistas se alzaron por dinero?

Sólo la mentalidad de conquistador demodé (cuyo mejor ejemplo es Diego Fernández de Cevallos) que les inculcan en su partido político, Acción Nacional, pudo haberles permitido tragarse con entusiasmo esa rueda de molino.

Y no se necesitaba inteligencia, sino mínimamente leer los periódicos o escuchar los noticieros de antes: los bribones que se presentaron ante usted como “amigos cercanos al Sup Marcos”, son los mismos que simularon una rendición y “entrega de armas” al nefasto Croquetas Albores en 1998, simulando ser zapatistas, y que son unos conocidos estafadores que ya no engañan a nadie… bueno, a usted sí. ¿Cuánto le sacaron? La diferencia es que el Croquetas sabía que era una pantomima y pagó por ella (y para que los medios presentaran el balneario del Jataté, a las afueras de la cabecera municipal de Ocosingo, como si fuera “en la selva lacandona”), y a usted no sólo lo engañaron, sino hasta lo puso en un libro.

Y no conforme con eso, invita usted, a la presentación de ese libro, a Felipe Calderón Hinojosa, borracho de sangre y alcohol, que no sólo balbuceó incoherencias, también distribuyó a los medios la versión estenográfica. Claro que los medios cobraron doble: no por publicarla, sino por no publicarla, puesto que hacía patente el estado de ebriedad de quien profirió esas palabras. Creo que ahora es claro que Felipe Calderón Hinojosa mintió hasta el último minuto y que es una invención descarada lo que señala en su último informe de gobierno. El único acercamiento que tuvo su gobierno con “representantes y mandos del EZLN” fue el de sus ejércitos, policías, jueces y paramilitares.
Pero, bueno, ahora ya sabe, señor Álvarez, lo que es ser despreciado por lo que el calendario implacable le viste.

Como los indígenas, los ancianos son despreciados. Y como símbolo de ese desprecio, van las monedas de la limosna, o, en su caso, la afrenta del engaño, el insulto de ser ignorado, las burlas a sus espaldas.

Pero hay una diferencia, una diferencia pequeña, pero de ésas que hacen andar la rueda de la historia: mientras usted pagó (con dineros que no eran los suyos, dicho sea de paso) por ser burlado (y hasta hizo un libro); nosotros, nosotras, indígenas y zapatistas, castigamos su desprecio con nuestro silencioso y alargado andar.

Porque bien sabemos que también le venden la idea de que será recordado por su lucha por la democracia (en realidad, su lucha por el poder, pero allá arriba suelen trastocar ambos términos), pero no. Aunque poco, podría ser recordado por haber sido cómplice (o funcionario, es lo mismo) del gobierno más criminal que, desde Porfirio Díaz, este país ha padecido.

Y acá, en tierras indígenas zapatistas, podría ser recordado como parte de un gobierno más que trató de rendirnos (o comprarnos, es lo mismo) y, como ha sido evidente por el estruendoso silencio de San Cristóbal de Las Casas, Altamirano, Las Margaritas, Palenque y Ocosingo, uno más que fracasó.
Porque la clase política y quienes viven de su estupidez, habrán de apagarse sin que nadie les lleve la cuenta (si acaso, sólo para agradecer que ya no estorben), y nada serán, como no sea un número más en la dilatada lista de los embaucados con el sueño de ser “históricos”.

Y mire que no cuestionamos su moralidad. Sabido es que toda pandilla de criminales, como a la que usted sirvió estos años, busca quién le dé un rostro amable y bondadoso, para que, con ese rostro como coartada, oculten su identidad depredadora.

Creo que ya lo sabía usted señor Álvarez. En el arriba de todo el espectro político, todos son iguales. Manque algun@s ingenu@s lo vengan a descubrir hasta que padecen la injusticia en carne propia, mientras la ignoraron cuando esa injusticia se repartía cotidianamente en otras geografías cercanas o lejanas.

Sus compañeros de partido, que lucraron con la sangre de inocentes, y ahora lamentan que para el mercado hubo quien pagó-cobró más, todos, no son sino una runfla de criminales que hizo y hace grotescas contorsiones al desatinado ritmo que los medios les marcan.

¿Tiene de qué enorgullecerse al haber sido parte de un equipo con un hampón como Javier Lozano Alarcón, que tuvo que esconderse en el senado para no ser llamado a cuentas por la justicia? ¿Se siente usted bien por haber sido compañero de Juan Francisco Molinar Horcasitas, un criminal con las manos manchadas de la sangre de infantes?

Y, aunque a veces las paradojas son cómicas, otras son trágicas.

Su partido político, Acción Nacional, fue uno de quienes encabezaron, desde el amanecer de 1994, los gritos histéricos en contra nuestra, pidiendo que nos aniquilaran, porque amenazábamos con sumir al país en un baño de sangre. Y resultó que fueron ustedes, hechos gobierno, quienes extendieron el terror, la angustia, la destrucción y la muerte a todos los rincones de nuestro ya maltrecho país.
Y qué me dice de cuando los miembros de la bancada de su partido (junto con la del PRI y la del PRD), votaron en contra de los Acuerdos de San Andrés por los que usted trabajó, advirtiendo que esos acuerdos significaban la fragmentación del país. Y ha sido su partido, señor Álvarez, quien entrega una Nación hecha añicos.

Pero consuélese, señor Álvarez, el afán de los suyos de pasar a la historia será recompensado. Tendrán una línea, sí, entre los estafados por los burladores.

Pero también en las páginas de los libros de historia y geografía, en las escuelas zapatistas, en un párrafo se leerá:

“El mal gobierno de Felipe Calderón Hinojosa es conocido como el que llevó la muerte absurda a todos los rincones de México, ofreció a víctimas y victimarios la injusticia, y dejó, como sangriento auto homenaje al crimen hecho cogobierno, su monumento. Si Porfirio Díaz dejó el Ángel de la Independencia, Felipe Calderón dejó la Estela de Luz. Sin quererlo, ambos anunciaron así el fin de un mundo, aunque tardaron, tardarán, en entenderlo”.

Le sugiero que agregue un epílogo a su libro. Algo como: “Debo reconocer que se puede ser un pésimo alumno de las comunidades indígenas zapatistas. Sin embargo digo, después de escuchar su estruendoso silencio, que aprendí lo principal: que no importa que usemos bombas, balas, toletes, golpes, mentiras, proyectos, dinero, que compremos medios para que griten falsedades y callen verdades, el resultado siempre es el mismo: los zapatistas no claudican, no se venden, no se rinden y… ¡sorpresa!… no desaparecen”.

Porque la historia, señor Álvarez, seguirá repitiéndose una y otra vez: reaparecerán rebeldes en todos los rincones y, tal vez, con ellos, aparecerán sus Marios Benedetti, sus Marios Payeras, sus Omares Cabezas, sus Carlos Montemayor. Y tal vez los Eduardos Galeano de esas lluvias les llevarán o no las cuentas.

Y también habrá ventanas, con o sin marcos.

Y ustedes, señor Álvarez, seguirán asomándose, mirándonos sin vernos, y sin darse apenas cuenta de que, en ese asomarse al mundo por venir, están irremediablemente fuera.

Creo que no lo puso en su libro, pero recuerde que una vez le dije que los zapatistas valemos mucho, pero no tenemos precio. Y “no hay que confundir valor y precio” (no, esto no lo dijo Carlos Marx, sino Juan Manuel Serrat).

Sin embargo, señor Álvarez, en recuerdo de los momentos de firme dignidad que tuvo usted, y de los que fui testigo cuando trabajó en la Comisión de Concordia y Pacificación, todavía puede cambiar eso:

Deje su partido y lo que representa, abandone a esa clase política que no ha hecho sino convertirse en un parásito insaciable. Usted es de Chihuahua. Vaya a la Sierra Tarahumara, pida que le den entrada a una de las comunidades rarámuris. Tal vez no le dejen quedarse, ya no está el entrañable Ronco para preguntarle. Pero tal vez sí lo dejan estar unos días. Ahí, con ellos, aprenderá usted lo fundamental del corazón indígena, de la lucha y esperanza de los pueblos originarios de México. Después de todo, ¿no se llama así su libro?

Vaya señor Álvarez Álvarez, a ése o a cualquier pueblo indígena que lo acepte después de renunciar a lo que es ahora. Ahí será respetado (y no mal tolerado) por su edad, y, sobre todo, aprenderá que, para los pueblos indios de México, “dignidad” es un verbo que se conjuga en presente desde hace más de 500 años… y los que faltan.

Vaya, tal vez es éste el día en el que hay que elegir. Y en su caso no es nada sencillo, porque se trata de elegir entre un mundo u otro. Que no lo detenga o mal aconseje la edad. Mírenos a nosotros, tenemos más de 500 años y todavía aprendemos.

Si no lo hace, al menos usted habrá conocido por sí mismo la verdad que se encierra en las 17 sílabas de ese Haiku de Mario Benedetti:

“Quién lo diría,
los débiles de veras
nunca se rinden”

Vale. Salud y ¿escuchó?… “hay pocas cosas / tan ensordecedoras / como el silencio” (sí, también Haiku y también de Mario Benedetti).

Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Diciembre del 2012.

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