lunes, 15 de marzo de 2010

Planes de contrainsurgencia avanzan en Chiapas...

El programa tiene propósito contrainsurgente; se ha ensayado en otros países, afirma.


Se busca desactivar caracoles al impulsar ciudades rurales sustentables: experta.
Hermann Bellinghausen
Enviado
Periódico La Jornada
Lunes 15 de marzo de 2010, p. 16


San Cristóbal de las Casas, Chis. 14 de marzo. Las ciudades rurales sustentables (CRS) que el gobierno del estado planea edificar en los Altos, la selva y el norte de Chiapas “representan la respuesta estatal a la ‘amenaza’ constituida por la gestión de los caracoles zapatistas”, ha sostenido la investigadora Japhy Wilson, de la Universidad de Manchester.

Aunque oficialmente estas CRS son presentadas y promovidas como un proyecto de desarrollo social, diversos investigadores y analistas han destacado, en los últimos dos años, sus

componentes de contrainsurgencia y despojo de tierras y modos de vida, lo que las convierte en un programa de aculturación, ya ensayado en las comunidades ixiles de Guatemala hace tres décadas. También se les compara, más ahora que se implantan en la zona indígena de la entidad (siendo la primera de éstas en Santiago El Pinar, en construcción), con las aldeas estratégicas creadas durante las guerras estadunidenses, de Vietnam a Afganistán.

En Chiapas se presentan como proyecto novedoso y visionario, del que se desco

noce algún similar en otra región del mundo (El Heraldo de Chiapas, 20/2/08). Wilson encuentra, no obstante, que estas CRS tienen marcadas similitudes con estrategias coloniales y contrainsurgentes de control social. Y citando a la antropóloga Alicia Barabas expone que en los siglos XVI y XVII la corona española reubicó a las comunidades indígenas a través de una esquema de congregaciones o reducciones, remplazando las concepciones indígenas de territorialidad y uso de espacio por un sistema de pueblos y ciudades coloniales que representó y concretizó el poder del imperio sobre las poblaciones dispersas y potencialmente rebeldes de Nueva España.

Recuerda las más recientes aldeas modelo de Guatemala, donde en condiciones de guerra civil se reubicó a miles de indígenas en polos de desarrollo como estrategia contrainsurgente. Dice Wilson: Como las CRS, las aldeas modelo buscaron cambiar la forma de vida y modo de producción de los pueblos indígenas y campesinos a través de un sistema integral de servicios y una integración forzosa de la producción campesina a los intereses capitalistas de los sectores dominantes.

En México esto se llama, alegremente, reconversión productiva. Concentradas en las CRS, las comunidades indígenas y campesinas perderán el control de sus modos de producción.

Promocionadas por el gobierno calderonista (Mouriño dixit) como solución a la marginalidad, impulsadas por Naciones Unidas, respaldadas por el Banco Interamericano de Desarrollo y patrocinadas por decenas de grandes empresas (de Telmex a Wall Mart), tienen otro tipo de implicaciones, considera la investigadora británica: el control de cada aspecto de la vida de los indígenas y campesinos por el Estado, con la negación de sus propias prácticas y formas de vida.

Y registra la observación de un miembro de la Junta de Buen Gobierno de La Realidad, de que, con las CRS, el mal gobierno nos promete tierra preparada con luz, agua potable, vivienda

y hasta nos alimentan; es sólo vivir y engordar como un puerco, eso es lo que nos prometen. En cambio, observa Wilson, “los caracoles representan una alternativa concreta, donde las ‘comunidades dispersas’ están involucradas en un intenso proceso de desarrollo de sistemas autónomos de salud, educación y producción, fuera del control social del Estado y de la lógica acumulativa y destructora del capital”. Así, los caracoles constituyen un gran obstáculo al planeado espacio abstracto de autopistas, plantaciones intensivas y ciudades rurales.

Por lo pronto, en Santiago El Pinar hay tristeza en los viejos, que ven desaparecer cafetales, milpas, platanares y su manera de vivir, según un testimonio recogido por La Jornada. Pero el gobierno municipal participa y muchos jóvenes, no educados en la resistencia sino todo lo contrario, parecen convencidos de que el cambio será favorable para ellos.



Junta de Buen Gobierno: el derecho a organizarse fuera de la lógica capitalista.

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