sábado, 5 de enero de 2019

Simpatizantes de Morena contra los zapatistas. Los de abajo. Por Gloria Muñoz [La jornada]

Imagen de @Pozol
 
El inicio de año estuvo marcado por la calumnia orquestada en redes sociales contra el movimiento zapatista, en el contexto del 25 aniversario de su levantamiento armado. Nada es casual cuando la homogeneidad se impone. ¿A quiénes conviene la difusión del absurdo que vincula al Ejército Zapatistade Liberación Nacional (EZLN) y el salinismo?

Gobiernos priístas y panistas hicieron lo suyo antes de cada ofensiva. Carlos Salinas les dijo extranjeros y luego los bombardeó, aun con el alto al fuego; Ernesto Zedillo fingió dialogar con ellos mientras diseñaba campañas racistas y xenófobas en contra de ellos y de sus aliados, previas al ingreso de más de 60 mil militares a su territorio. Los dos panistas (Fox y Calderón), intensificaron programas de contrainsurgencia a los que Peña Nieto dio continuidad. Ninguno paró a los grupos paramilitares ni se llevó a los soldados a sus cuarteles. ¿El actual lo hará?

Es iluso pensar que la campaña de odio intensificada luego de que el EZLN dio a conocer su oposición abierta a los megaproyectos presidenciales, con énfasis en su rechazo al Tren Maya, parte de la desinformación y de la ignorancia de la población. Sólo una estrategia planeada para desprestigiar su recorrido podría inducir las preguntas de dónde estaban los zapatistas cuando la cascada de calamidades atravesó el país. La campaña en redes no viene de jóvenes imberbes a quienes al unísono se les ocurre un absurdo que el propio presidente podría ser el primero en negar, pues si asume que se reunió con los dirigentes zapatistas en tres ocasiones, sus seguidores tendrían que concluir que López Obrador no fue cómplice de quien, según ellos, lo era de Salinas de Gortari. Pero la realidad no cuenta.

Hoy la denostación hacia el zapatismo viene otra vez de simpatizantes del partido en el poder. La pregunta obligada es si esta campaña podría preceder a una ofensiva no sólo en redes, sino en el territorio que tiene el mayor despliegue militar de todo el país.

El derecho a disentir no se los dieron las instituciones. No se levantaron en armas para tener una audiencia, sino cansados de pedirla. Intentaron el diálogo y siempre fueron traicionados. Su tierra no está en venta. ¿Qué sigue?

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Tomado de https://www.jornada.com.mx/2019/01/05/opinion/011o1pol

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