martes, 27 de febrero de 2018

Marichuy y la exclusión política. Por Luis Hernández Navarro.

Los promotores del voto útil pueden estar tranquilos. María de Jesús Patricio no quitará sufragios a nadie en la carrera presidencial. La voz de los pueblos indígenas en el país no aparecerá en la boleta electoral. La única aspirante a la Presidencia que durante estos meses recientes habló claramente sobre el despojo, la explotación, la opresión y discriminación que vive el México de abajo no será candidata.

Marichuy necesitaba 866 mil 593 firmas para obtener el registro. Aunque todavía falta una revisión final, obtuvo 281 mil 952 adhesiones, de las cuales 266 mil 385 fueron encontradas preliminarmente en la lista nominal. Falta aún verificar más de 10 mil rúbricas que se estamparon en papel y las inconsistencias que se tenían hasta el 19 de febrero, fecha del cierre del registro.

El nivel de confiabilidad de las firmas entregadas por la vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) es de 94.48 por ciento. Por mucho, el más alto de todos los aspirantes a una candidatura independiente. El resto hizo verdaderos actos de prestidigitación. El porcentaje validado de las firmas de Jaime Rodríguez, El Bronco, fue de apenas 59.46 por ciento; el de Armando Ríos Piter, 65.66 por ciento, y el de Margarita Zavala, 67.59 por ciento. El aspirante Édgar Portillo presentó apenas 2.63 por ciento de firmas verdaderas.

Las adhesiones de Marichuy fueron cosechadas por un ejército de voluntarios que no recibieron pago alguno ni recursos económicos para comprar los equipos telefónicos necesarios para escanear y transmitir las rúbricas al Instituto Nacional Electoral (INE). Mientras el resto de los aspirantes contrataron firmas especializadas o empleados para conseguir las firmas, el equipo de Marichuy (muchos de ellos jóvenes estudiantes) cooperó con la tarea sin paga alguna y sin otro estímulo que el de sumarse a una causa justa. En un país en que los votos se compran y el padrón electoral se vende, el grupo de apoyo del CIG dio un lección de dignidad y verdadera ciudadanía.

En prácticamente todo el mundo, participar electoralmente demanda grandes sumas de dinero. Hace años, se proyectó una película estadunidense titulada El gran despilfarro, que muestra cómo los comicios son una bestia insaciable que devora fortunas. En el filme, Montgomery Brewster, un jugador de beisbol venido a menos, recibe una herencia de 300 millones de dólares, condicionada a que sea capaz de gastarse 30 millones en un mes sin comprar nada. Para superar el reto no encuentra mejor salida que postularse como alcalde de Nueva York.

Como sucede en El gran despilfarro, en las contiendas electorales en México circulan ríos de dinero. Partidos y candidatos gastan enormes fortunas para triunfar o para evitar que sus adversarios ganen. Muchos de esos recursos no son lícitos, pero igual se usan. A contrapelo de esta tendencia, durante estos meses Marichuy se movió por prácticamente todo el país con muy poco dinero. Rechazó la ayuda oficial y dependió, en lo esencial, del trabajo libre y gratuito de sus simpatizantes. Las comunidades que visitó en los rincones más recónditos del país fueron sus anfitriones. Se mostró así que es posible hacer otra política que no gire alrededor del dinero.

Aun desde antes de que arrancara la campaña de María de Jesús Patricio, ella fue víctima del racismo y la misoginia más pedestre. Su doble condición de mujer e indígena sacó a relucir lo peor de la sociedad y la política mexicanas. Muchas buenas conciencias liberales, tan dispuestas a saltar a la arena pública a la primera oportunidad para cuestionar a personajes de nuestra vida política, guardaron silencio ante las agresiones.

Los ejemplos de las barbaridades que circularon en redes sociales son numerosos. La cuenta @nopalmuino escribió: “Lo de #Marichuy es toda una payasada, votar por ella sólo por ser indígena y mujer… neta hay que estar pendejos”. Otro, que firma como Abogado del diablo, dijo: Yo sí votaría por #Marichuy. Se ve que tiene experiencia en limpiar a México. Otro más, que se hace llamar Gonz and Roses tuiteó: Esa #Marichuy se parece a la que limpia en mi casa. El enigmático 0111001Or disparó: Quién es #Marichuy y por qué no está haciendo pozole?

Sin embargo, no fueron éstas las únicas expresiones en su contra por la política más rancia. Desde las filas de cierta izquierda, algunos personajes quisieron presentarla no como lo que es, una mujer indígena brillante e inteligente con una larga trayectoria política propia, que defiende una causa ignorada en la campaña (la de los pueblos indígenas y el anticapitalismo), sino como una títere del zapatismo para restarle votos a ya sabes quién, e incluso, como un instrumento del gobierno o de Carlos Salinas de Gortari.

La campaña de María de Jesús Patricio tuvo gran éxito al evidenciar la existencia de esos resabios racistas, misóginos y excluyentes en la sociedad y la política mexicanas. De hecho, el que haya aflorado en la contienda electoral toda esta basura muestra una de las razones del porqué fue necesaria esa incursión.

Las dificultades que Marichuy y el CIG vivieron para aparecer en la boleta electoral muestran que, aunque formalmente existen en la ley las candidaturas ciudadanas, lo que prevalece es un régimen partidocrático en el que las cartas están marcadas en favor del monopolio de la representación política de los partidos. Pueden incursionar en la política como candidatos independientes (básica y casi exclusivamente) los políticos tradicionales.

Ese régimen partidocrático, elitista y excluyente, nacido del Pacto de Barcelona de 1996 (acordado por PRI, PAN y PRD), deja sin representación política a una enorme porción del país. Lejos de cuestionar la partidocracia, la lógica de los comicios de 2018 la refuerza. Basta ver las listas de candidatos a diputados y senadores de las distintas coaliciones y en sus propuestas de futuros gabinetes de gobierno, para ver que, en lo esencial, aunque compitan por siglas diferentes a su origen, muchos de los propuestos son los mismos de siempre. La campaña de Marichuy se transformó en evidencia viva de que una verdadera transición democrática sigue siendo asunto pendiente central de la agenda política nacional.

Tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2018/02/27/opinion/019a2pol

Mensaje del CNI-CIG a la familia de la compañera Eloísa Vega y las redes y grupos de apoyo sudcalifornianos



A la familia de la compañera Eloísa Vega Castro

A las redes y grupos de apoyo Sudcalifornianos

Hermanos, hermanas, a través de estas líneas, nosotras, nosotros quienes conformamos el Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno queremos enviar un saludo y un abrazo colectivo para la familia de nuestra compañera Eloísa Vega Castro y a los grupos y redes de apoyo sudcalifornianos quienes conocían y caminaban el compromiso de la compañera.

Es un dolor grande el que en estos momentos habita en nuestro corazón, en el que reconocemos profundamente el compromiso grande y firme de la compañera Eloísa. Su paso y su sonrisa los tendremos siempre presentes en los pasos que nos faltan, que no hemos dado solos, sino con la solidaridad como la de ella y con la que nos sentimos acompañados en la lucha que emprendimos para que retiemble en sus centros la tierra. Con su conciencia, ella y quienes compartieron sueños y caminos decididos a hacer nacer nuevos mundos, hacen que la esperanza y la lucha se hagan fuertes, se hagan sagrados.
A la familia Vega Castro, sepan que la compañera Eloísa seguirá estando en nuestro corazón colectivo de esta lucha por la vida.

A las redes y grupos de apoyo sudcalifornianos, sabemos y sentimos el dolor de perder a la compañera; y junto a ustedes nos atrevemos a caminar el sueño de un mejor país para todas y todos. Sabemos y sentimos su compromiso y solidaridad que abrirá los caminos de abajo, desde donde hoy nos hace falta la compañera Eloísa. Hoy, compañeras y compañeros, somos ustedes.

Por la reconstitución integral de nuestros pueblos

Nunca más un México Sin Nosotros

Por el Congreso Nacional Indígena – Concejo Indígena de Gobierno Ma. De Jesús Patricio Martínez vocera

Las victorias del CIG y su vocera Marichuy. Por Gilberto López y Rivas



En la noche del 19 de febrero pasado, las redes de apoyo a María de Jesús Patricio Martínez, vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), llevaron a cabo en toda la República la jornada postrera para recabar firmas para una candidatura independiente a la Presidencia en un ambiente festivo, cargado de emociones y, sobre todo, la certeza de la tarea cumplida con empeño, entrega y camaradería, así como la idea de continuar cohesionados para nuevas formas de acompañamiento al Congreso Nacional Indígena y al EZLN. Ausente estaba cualquier sentimiento de frustración o desesperanza por no haber logrado, –en un tiempo extremadamente acotado– las cifras estratosféricas impuestas por la partidocracia y la burocracia electoral para cerrar el paso a candidaturas realmente independientes.

Por el contrario, un hecho incuestionable destaca: de todas las campañas para aspirantes independientes a la Presidencia, fue la única con un altísimo porcentaje de firmas ciudadanas obtenidas legal y legítimamente. Como auxiliar de Marichuy, integré parte de un grupo que revisó en el Instituto Nacional Electoral (INE) cuatro mil apoyos ciudadanos con presuntas inconsistencias y errores; al término del escrutinio, se pudieron rescatar 82 por ciento de los mismos. Al 21 de febrero, Marichuy reunía 92.74 por ciento de apoyos válidos, más los que se recatarán en la última sesión que los auxiliares han solicitado al INE para defender el derecho humano de todos y cada uno de los ciudadanos que firmaron. Estos datos demuestran otra práctica política, con ética y principios morales, que contrastan con la opacidad en los procesos de obtención de firmas de quienes llegaron finalmente a la boleta electoral como candidatos falsamente independientes. Igualmente, es un hecho que para el INE no parece interesar los medios para lograr firmas, aunque sean fraudulentos, sino los resultados que, de existir un estado de derecho, merecerían una investigación a fondo y la consecuente descalificación de candidaturas espurias.

Un dato interesante es que en dos estados del país se logró superar 1 por ciento de apoyos ciudadanos requerido por el INE: Chiapas y Nayarit, y aquí habría que enfatizar la congruencia política del EZLN y el entorno de los mayas zapatistas que demostró la importancia otorgada al proceso de la recolección de firmas en Chiapas, y, en el caso de Nayarit, el compromiso y el esfuerzo principalmente del Partido de los Comunistas, que, de igual manera, asumieron la tarea con seriedad y responsabilidad política. Porcentajes significativos de apoyo ciudadano se lograron en Zacatecas, Ciudad de México y Morelos, entre otros. Políticamente, a lo largo de estos meses, el CIG en su recorrido por prácticamente todos los estados del país, logra consolidar y fortalecer al Congreso Nacional Indígena como organización a partir de la cual se conforma el Concejo Indígena de Gobierno. Se vincula estrechamente con la Asociación Civil Llegó la Hora del Florecimiento de los Pueblos, en búsqueda del apoyo a la propuesta del CIG y la precandidatura de Marichuy en medios de comunicación, redes y ámbitos universitarios, intelectuales, artísticos y gremiales de alcance nacional y regional. La Asociación Civil otorgó un modesto apoyo económico que contrastó con los millonarios ingresos de los ahora candidatos independientes y ha brindado asesorías jurídicas y trabajo contable de voluntarios y voluntarias que de manera discreta y eficiente entregaron su tiempo y su conocimiento a una causa justa y libertaria.

Al terminar la recolección de apoyo ciudadano es posible distinguir la trascendencia que este proceso tuvo para llevar el mensaje de los pueblos indígenas a miles de ciudadanos en múltiples y diversos ámbitos rurales y urbanos. Quienes desde cómodas posiciones la calificaron de activismo estatista y afán electorero, no tienen idea de su extraordinaria relevancia política. La obtención de la firma nunca fue un acto mecánico, despojado de contenido ideológico libertario; constituía un notable esfuerzo de comunicación, de diálogo que se emprendía en condiciones muchas veces adversas y hostiles. No fue la acostumbrada prédica entre convencidos, sino una especie de salto al vacío en el que cada día era posible escuchar el memorial de agravios de un país devastado, y, al mismo tiempo, esbozar la perspectiva civilizatoria del México de abajo y a la izquierda. La obtención de apoyo ciudadano organizó a miles de personas en redes, colectivos, simpatizantes de todas las edades y procedencias políticas. Muchas de estas redes se conformaron territorial y sectorialmente. Las redes interuniversitarias, por ejemplo, se distinguieron por su imaginación, trabajo colectivo, perseverancia y jovialidad. Los eventos en Ciudad Universitaria, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Pedagógica Nacional y las distintas unidades de la Universidad Autónoma Metropolitana fueron la expresión de una juventud participativa y comprometida socialmente. Se establecieron puntos permanentes de recolección de firmas ganados a pulso, con todo tipo de carteles, mantas, volantes, periódicos murales, dípticos, trípticos, fabricados con austeridad inaudita en los que sobresale la figura de Marichuy, expresión emblemática de la participación de las mujeres. Las guerreras de una lucha por la vida. La actividad de las redes de comunicación cibernética ha sido tan notable como imaginativa. Han tenido lugar innumerables mesas redondas, talleres, conversatorios y conferencias en los que se ha identificado el origen de la propuesta del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; se ha descrito su contenido organizativo, su carácter anticapitalista, su alcance estratégico más allá de coyunturas electorales, su trascendencia civilizatoria. Es posible afirmar que en estos meses y, pese a los monopolios mediáticos, el Concejo Indígena de Gobierno, su vocera, Marichuy, y las luchas contra las corporaciones de la muerte de la actual forma de acumulación capitalista, se han dado a conocer a la sociedad mexicana. Así, esta etapa ha sido de victorias del CIG, su vocera, de los mayas zapatistas, y también de quienes sostienen que su voz es mi voz, y están dispuestos a continuar acompañando esta lucha memorable.

A la memoria de Eloísa Vega Castro de la Red Sudcaliforniana de apoyo al CIG.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/02/23/opinion/021a1pol