Conmemora Las Abejas 13 años de Acteal con acto sobre autonomía
Comunidades de Chiapas, Oaxaca y Atenco la definieron como su demanda central e incumplida.
Hermann Bellinghausen, enviado
Publicado: 22/12/2010 11:14
San Cristóbal de las Casas, Chis. Para conmemorar el decimotercer aniversario de la masacre de Acteal, la organización de sociedad civil Las Abejas realizó durante tres días el encuentro “Tejiendo resistencia y autonomía frente a la contrainsurgencia y la dependencia”, que concluye hoy en la tierra sagrada de Acteal (municipio de Chenalhó).
En el acto participaron “pueblos que construyen y defienden su autonomía” en otras regiones de Chiapas, Oaxaca y Atenco, y en su pronunciamiento final, las organizaciones y comunidades reunidas definieron brillantemente la autonomía, demanda central e incumplida de los pueblos indígenas en México:
“Entendemos la autonomía como el derecho a vivir como queremos, sin tener que pedir permiso y sin que otros nos impongan vivir como ellos quieren; como la libertad de cada pueblo de tomar decisiones sobre territorio, recursos, organización y educación; pensar por nosotros y nosotras. La autonomía inicia en el corazón de cada persona; no es sólo una meta, sino el camino en el que ya estamos”.
También es “tejer alianzas como queremos y globalizar nuestras luchas desde abajo, mantenernos con nuestro propio trabajo sin depender de ayudas ni programas de gobierno”. Advierten que no quieren “hacer daño a nadie, sólo vivir en libertad, gozando del fruto de nuestra Madre Tierra que conseguimos de nuestro trabajo”.
Sin embargo, dicen, “otros se molestan porque queremos vivir libres y quieren acabar con nuestra autonomía, imponer proyectos, hacernos dependientes de sus programas. Al que no quiere le aplican la contrainsurgencia. Pero nos mantenemos en la resistencia”.
Recordaron que entre 1995 y 2000, la contrainsurgencia gubernamental provocó el robo de sus cosechas y el despojo de sus tierras, les quemaron sus casas y los obligaron a vivir desplazados. “Mandaron a sus paramilitares, apoyados por la seguridad pública y el Ejército federal”. En esas condiciones ocurrió la masacre en 1997.
Después de 2000, añade, “el gobierno cambió de color y discurso, pero en realidad siguió siendo el mismo”: uno que cambió “las balas de plomo por las balas de azúcar, aunque sin dejar de utilizar la de plomo”; cooptó líderes, y pretendió “cambiar el pensamiento y corazón de la gente”.
El gobierno, acusan, “nos quiere acostumbrar a ser mantenidos, le quita a la gente el gusto y el ánimo de trabajar”. Y señalan: “No aceptamos eso porque tenemos dignidad”.
Ante la liberación anticipada de decenas de paramilitares que participaron en la masacre, los indígenas manifiestan: “No podemos esperar que la justicia venga de afuera. Tenemos que construir otra justicia. Como dicen los ancianos, saber escuchar nuestro corazón y no caer en la provocación ni el deseo de venganza. Nuestros pueblos han conocido, y nosotros tenemos que recuperarla, una justicia que no daña ni castiga, sino que recupera y restaura”.
El pronunciamiento concluye señalando “que la represión vuelve a asomar su sucio rostro en Chiapas y México, y apunta sobre todo a defensores de derechos humanos, luchadores sociales, periodistas y comunicadores independientes”.
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